Entre anécdotas, risas y recuerdos que parecen sacados de otra época, Bebe Barroso —porteño de nacimiento pero carlospacense por elección— reconstruyó la historia íntima de una ciudad que creció junto con él. Su vínculo con Carlos Paz se remonta a los años en que la villa todavía no era ciudad, cuando el centro se reducía a unos pocos bares, confiterías y un ritmo de vida completamente distinto al actual.
“Cuando yo venía acá no era ciudad. Estaba el Rossonero, la confitería más famosa, no existía la Carlos Paz y había un local de flippers en el centro. No había videojuegos, era el flipper y un palenque en la puerta para atar los caballos”, recordó.
Los puntos de encuentro eran contados: el bar 404, el Molino Rojo —primero confitería para tomar el té y luego discoteca—, el night club Matilde y Óscar, que ya tenía un perfil más bailable e incluso recibía cantantes de tango. “Eran los únicos lugares de reunión”, resumió.
Venir a ver a la tía
Su llegada a Córdoba estuvo marcada por los viajes con una tía que lo traía desde Buenos Aires cuando era chico. Con el tiempo, y ya más inquieto, pasó un verano entero viviendo en una carpa en la zona de Fantasio, cerca de lo que hoy se conoce como La Quinta. “Vivíamos, sobrevivíamos”, dijo entre risas.
Con los años forjó una amistad profunda con muchos jóvenes de Carlos Paz, varios de ellos hijos de comerciantes históricos. Ese entramado social fue clave cuando comenzaron a llegar las primeras delegaciones de turismo estudiantil, en una época en la que los hoteleros no querían recibir estudiantes. “La gente venía a descansar veinte días o un mes. No querían ruido”, explicó.
Precursor del turismo estudiantil
En ese contexto, Bebe terminó cumpliendo un rol inesperado: fue uno de los precursores de los coordinadores de viajes estudiantiles. “Las profesoras decían que yo era el coordinador. Para mí no era un negocio, era una diversión, pasarla bien”, contó. Incluso recordó cómo algunos hoteles le pedían que sacara a las chicas a pasear para no molestar a los pasajeros.
Su ida y vuelta permanente con Buenos Aires también marcó una época. La moda y la música tardaban hasta dos años en llegar a Córdoba, y muchas veces su forma de vestir llamaba la atención. Aun así, ese intercambio permitió que muchos amigos de Carlos Paz conocieran la noche porteña y lugares emblemáticos como La Cueva de Pueyrredón, cuna del rock nacional.
Con el tiempo, Bebe se quedó a vivir en la villa, tuvo negocios y fue parte de la noche local. Aunque volvió varias veces a Buenos Aires, siempre regresó. “Mi lugar en el mundo es Carlos Paz”, afirmó sin dudar. “Nadie que no viva un tiempo en un lugar así tiene conciencia de lo que es Buenos Aires. Acá hay otra vida”.
Esa mirada de forastero enamorado le permitió valorar lo que muchos naturalizan: las sierras, el lago, el paisaje cotidiano. “Ustedes viven acá y no saben dónde están viviendo”, suele decirles a sus amigos.
Hace pocos días celebró, como todos los años, su cumpleaños en Carlos Paz. El 16 de diciembre cumplió 79 y ya anticipó que los 80 también los va a festejar en la villa. “Toda la vida mentí con la edad. Ahora me hice cargo: soy un viejo”, dijo, entre ironía y orgullo.
Testigo privilegiado de más de medio siglo de historia local, Bebé es una memoria viva de aquel Carlos Paz que ya no existe, pero que sigue latiendo en los relatos de quienes lo vivieron desde adentro.
De Telenoche a Carlos Paz
Bebe fue protagonista de una etapa clave de la televisión argentina: llegó a ser productor general de Telenoche, uno de los noticieros más vistos del país hasta el día de hoy.
“Empecé como cadete en una agencia de publicidad que trabajaba para Industrias Kaiser Argentina, lo que después fue Renault”, contó. Era la época del lanzamiento del Torino y de una televisión completamente distinta. Telenoche estaba producido por la agencia de noticias Núcleo y tenía como figuras a Mónica Cahen D´Anvers, Andrés Perciavalle y Tomás Eloy Martínez.
Bebe pasó por todos los roles: ayudante de cámara, asistente de dirección, productor y finalmente productor general.
El recorrido se cortó de manera abrupta en un contexto político tenso, durante el gobierno de Onganía. Un episodio vinculado a la represión marcó un punto de quiebre. “Pasaron cosas, me llevaron en un patrullero, y al otro día decidí no volver más. Me dijeron que cómo me iba a ir si era el productor más importante, pero me fui igual”, recordó.
Ese corte lo trajo de nuevo a Córdoba y, una vez más, a Carlos Paz. Una noche en Keops , mientras estaba sentado en la barra, se cruzó con integrantes de una agencia de publicidad cordobesa que festejaban la llegada de un nuevo cliente. La charla derivó en una invitación informal y, poco después, en una idea que terminó siendo un éxito nacional.
En una época en la que la televisión era en vivo y la publicidad se resolvía con placas fijas y locución, Bebe impulsó algo inusual: producir un video publicitario local. Así nació el spot de la “pandilla Rigazio”, filmado en la pirámide de Keops, con música, coreografía y estética juvenil. “No había presupuesto, lo hicimos de onda. Conseguí el lugar, el DJ, la cámara. Fue un éxito”, dijo.
El aviso se emitió en todo el país y la campaña derivó incluso en shows en boliches de distintas provincias.
“Siempre digo que nunca trabajé en mi vida, porque siempre hice lo que me gustó”.
El embajador de Carlos Paz
“Me sentí siempre como un embajador de Carlos Paz cuando vivía en Buenos Aires. Y acá soy uno más”, dijo.
Su definición es clara: “Soy multimillonario porque soy el dueño de Carlos Paz y no tengo nada. Lo que tengo es afecto, cariño, amigos”.
Para más adelante, hay una promesa firme: celebrar su cumpleaños número 80, el 16 de diciembre de 2026, en Carlos Paz y en Keops.
“Soy multimillonario porque soy el dueño de Carlos Paz y no tengo nada. Lo que tengo es afecto, cariño, amigos”.
Bebe observa a Keops como un emblema nacional de la villa y celebra la recuperación de su estética original. “Lo egipcio es la base de todo. Volver al origen le devuelve jerarquía”, señaló, mientras valoró las reformas recientes de la pirámide.
Para Bebe, Carlos Paz no es solo parte de su historia: es, definitivamente, su lugar en el mundo.






