La foto de Pablo Miranda Soto (49) estuvo en las redes sociales y en los medios de la región durante unos dos meses en momentos en que el coronavirus se propagaba en Córdoba y llegaba a Carlos Paz afectando a vecinos y también a quienes están en la “primera línea” de batalla y forman parte del equipo de salud del municipio.

Pablo es enfermero de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Sayago desde hace 8 años y medio. No sabe muy bien dónde contrajo Covid-19 pero lo que sí vivió en carne propia es la peligrosidad de este virus que se llevó la vida de 3 médicos de Carlos Paz y un cuarto profesional que, aunque vivía en Córdoba Capital, trabajaba en el Hospital Domingo Funes.

Su caso se hizo público a partir de las cadenas de oración y las intenciones que solicitaban sus compañeros y amigos ya que la gravedad de su cuadro llevó a que los médicos que lo atendían le pidieran a su familia que se despidieran de él ya que era prácticamente irreversible. Pero el enfermero le ganó la batalla al coronavirus y ahora cuenta su experiencia y le pide a la comunidad que extreme los cuidados para no contraer el virus.

La historia del enfermero que volvió a la vida

Pablo Miranda Soto nació en Chile y su familia emigró a la Argentina cuando él era muy pequeño.  Vivió unos años en Buenos Aires y en su adolescencia se afincó en la ciudad de Córdoba. Cuando terminó el secundario, llegó el momento de elegir una carrera y como su vocación se inclinaba hacia la salud, se inscribió en Kinesiología y en Enfermería. Por algún tiempo, cursó las dos carreras mientras trabajaba para bancarse los estudios. Y como no daba abasto, se decidió por Enfermería.

Trabajó en varias clínicas de Córdoba y después de casarse con Mirta, se mudó al barrio Mirador del Lago, de Bialet Massé, que hoy es su “lugar en el mundo”.

“Siempre me tiró el tema de la salud. En Córdoba terminé el secundario y había que decidir qué carrera seguir y empecé dos: la licenciatura de Kinesiología y Fisioterapia y la de Enfermería, ambas en la Universidad Nacional de Córdoba. Pude terminar con una, porque la otra se me complicó porque trabajaba y cursaba dos carreras. Así que terminé con Enfermería y me dediqué a esto a corazón porque verdaderamente es algo que apasiona. Pasé por varias terapias de Córdoba y cuando nos vinimos a vivir acá elegí la terapia del Sayago y ahí estoy hace 8 años y medio”, relata el profesional de la salud.

-¿Cómo y cuándo crees que te contagiaste?

-Pensamos que me contagié trabajando pero esto es muy abierto: podés ir al supermercado y tocar una manija y te contagiás. Es tan raro este bicho que todavía no conocemos al cien por cien. Me tocó a mí y a mi mujer, pensábamos que lo íbamos a pasar bien y no la pasamos para nada bien. Yo estuve casi 60 días internado en el hospital Funes, de los cuales 34 estuve entubado con asistencia mecánica. Obviamente tuve una traqueotomía y gracias a Dios nos salvamos. Quedaron varios compañeros en el camino y a mí me tocó seguir y seguramente por un propósito.

Pablo no puede dejar de expresar su dolor por la pérdida de quien fuera su compañero de trabajo, el doctor Julio Portillo Rosell, médico del Sayago que falleció luego de transitar la enfermedad.

“El doctor Julio Portillo me puso las unidades de plasma, estuvimos hablando un rato. Fue un viernes y el domingo me llevaron a la terapia, estuve cinco minutos despierto y ahí nomás me entubaron y desperté a los 34 días”, cuenta y agrega: “Esos 34 días de mi vida no los tengo en el recuerdo”.

Pesadillas antes de despertar

Pablo sólo tiene imágenes de momentos en los que estaba en coma y prefiere no traerlas a su presente. “Tengo recuerdos de pesadillas; creo que fue cuando me querían despertar. Pero no puedo precisar bien. Tuve pesadillas horribles que hasta el día de hoy trato de no acordarme porque son verdaderamente pesadillas”, afirma.

-¿Cómo lo vivió tu familia, qué te contaron cuando despertaste?

-Mirta, mi mujer es de fierro y siempre estuvo al lado mío. También la pasó bastante mal y estuvieron a punto de internarla una semana después que a mí. Es asmática y quedó mal, con fiebre, deshidratada. Mis hijos venían a la casa pero la miraban de afuera, así que no podían hacer mucho por ella tampoco. Estuvimos los dos con antibióticos a full, nos habíamos cuidado previamente. Con respecto a lo mío, los médicos llamaron a mi hijo más grande, que vive en Bariloche y le dijeron que vinieran directamente a mi sepelio, porque no me daban más chance de vida.

-¿A qué le atribuyes el hecho de haberte salvado?

-Estoy seguro de que esto fue gracias a Dios y a las oraciones que hicieron por mí. Más allá de la fuerza de la familia. Pero Dios es todopoderoso y él sabe bien las cosas que hace. Por eso digo que estoy seguro que Dios tiene un propósito para mí, y si estoy acá, por algo es. Si me dejó volver, por algo es.

Volver al trabajo

Pablo quiere volver a trabajar apenas pueda. La recuperación de la gravedad del cuadro que tuvo es muy lenta y en medio de ese proceso, el enfermero extraña la cotidianeidad de su trabajo.

“Todavía no volví porque estoy en recuperación de la parte respiratoria. Y en recuperación de las úlceras por decúbito conocidas como escaras. Tengo varias lesiones, tanto en los tobillos como una sacra que es profunda y se ve hasta el hueso todavía. Estamos en ese plan de curación completa y cuando se cierre todo eso, porque es carne viva todavía, el plan es volver porque uno también extraña su ámbito laboral”, dice y agrega: “Quiero agradecer al municipio que me ha tenido siempre presente y lo quiero agradecer públicamente”.

En otro tramo de la entrevista, Miranda Soto asegura que respalda el reclamo del equipo de salud del hospital Sayago en los tiempos de la pandemia.

Un mensaje: Cuídense

“Cuando voy a curación al hospital Funes veo a mucha gente que no tiene las medidas de prevención necesarias”, afirma Pablo y agrega: “Ahí es cuando uno dice: pucha, por qué hacen eso”.

“Yo no quiero que le pase a nadie lo que yo viví. Y veo que hay gente que se lo toma a la liviana y que hemos aflojado tanto en los cuidados que vos decís, pucha, me pasó a mí, estuve a punto de morirme y esta gente no se cuida”, continúa y agrega: “Se ve que no le pasó o no tuvo a ningún familiar cercano que haya estado con el virus y no tomó consciencia. El sábado hubo una fiesta tremenda del otro lado del lago (en San Roque) y se escuchaba la música desde acá. Entonces, vos decís, no entendimos nada hasta que no nos toca”.

Por otro lado, señala: “Solamente, le quiero decir a la comunidad que extrememos cuidados, por favor. El bicho cada vez está peor, están mutando las cepas. Este bicho no es un chiste, no es algo inventado. El Covid está y está entre nosotros. Si tenemos la posibilidad, vacunémonos y cuidémonos por el bien de nuestra familia y de toda  la comunidad”.

Rodeado por sus afectos, el enfermero sigue peleando con las secuelas que le dejó el Covid-19. Tiene por quién y por qué luchar: sus padres, Luis y Mary; su mujer, Mirta; sus hijos, Pablo, Verónica, Nicolás y Rocío; y sus nietas, Valentina y Guillermina.