Se trata del afán de ciertas personas de edad madura por mantenerse y actuar como si fueran más jóvenes. Esto puede tener consecuencias negativas, pero también puede convertirse en una obsesión. Del tema opinó la psicóloga carlospacense Carina Julián

Para algunas personas es difícil aceptar el paso del tiempo, no logran aceptar que los años comiencen a hacer de las suyas en el cuerpo y su aspecto luzca distinto. Suelen comenzar a adoptar actitudes juveniles tanto en la forma de vestir como de comportarse, y se vuelcan a determinadas prácticas para evitar negar que el tiempo pasa, y aparentar que “la edad a ellos no los influye”.

A estos comportamientos, se los engloba bajo el concepto de “Midorexia”; quienes la padecen, buscan la “fuente de la eterna juventud” y por eso, recurren a diferentes métodos.

La psicóloga Carina Julian, opinó sobre el tema y subrayó que quienes trabajan en prevención lo toman “como patológico; está muy bien sostenerse joven en el tiempo, te permite jugarle una trampa a esto de los números, que son la edad, que se asigna y que nos dice qué posibilidades tenes de hacer algo o no, que es lo marcado socialmente de acuerdo a ese número”.

Esta conducta “está buena porque no permite tener en cuenta las limitaciones, pero cuando la persona se pasa de rosca, y entra en esto de no querer reconocer el paso del tiempo y por ende, no querer llegar a la muerte, este concepto, se traduce a una obsesión por ocultar el paso del tiempo y estar eternamente joven”.

Es donde surgen “comportamientos compulsivos como hacer cirugías a mansalva, los tratamientos estéticos, utilizar ropa que no es coherente al comportamiento, aunque no exista una ropa para cada edad”.

“Pero a veces se llama demasiado la atención, no se toma conciencia de las limitaciones corporales, de la funcionalidad de la indumentaria. Suele haber personas que tienen un pantalón ajustado, esta incomoda, pero quizá no se pone una ropa holgada porque dice ‘parezco una vieja’”, comentó la especialista.

 

Y agregó que cuando el exceso “de cirugías deforma nuestro rostro o cuerpo por ejemplo, o se gasta demasiado dinero, es disfuncional”.

El límite en esta situación, es cuando el comportamiento “genera sufrimiento y hay muchas situaciones donde existe y no solo para uno mismo, sino para quienes rodean a esa persona”.

En este último punto, destacó un ejemplo vinculado a los hijos, ya que “muchos se quejan que su mamá o papá compiten con ellos, no le dan el suficiente reconocimiento al hijo porque necesitan ser reconocidos ellos”.

La especialista dijo que negar el paso del tiempo, es estar “negando el lugar que ocupas en la vida, por ejemplo de mamá o papá. A veces el hijo pide que se posicionen en ese lugar, ya que necesita alguien que lo guíe”.

Señaló otra situación compleja y tiene que ver con la pérdida de un ser querido. Estas personas suelen vivir un “brutal shock de no poder asimilar y aceptar que todos vamos caminando hacia ese lugar y nuestro cuerpo nos acompaña hacia la evolución y el deterioro”.

Quienes viven bajos estos términos que engloba el concepto de “Midorexia”, están pendientes del “que dirá el otro de mí, como me verá y me produzco para que no se me vea el paso del tiempo”.

Estas personas suelen ser “el espejo de lo que otro no quiere ver, y pueden ir en detrimento las relaciones sociales que tienen”. No obstante, la psicóloga dijo que quienes padecen esta compulsión, lo viven para sí mismos.

Dato curioso

Este comportamiento, según destacó Julian, está abalado “socialmente por metáforas” que se encuentran en todos “los textos sagrados”. Y apuntó que la “juventud se idealiza, el testamento de los cristianos marca la muerte de Jesús a los 33 años, es en plena edad productiva. Ahí queda su historia, se termina, ese mesías no cuenta como un sabio viejo, porque no llegó”.

Acotó que no llega a viejo directamente, en cambio si lo hacían “los originarios”, que cuando llegaban a una edad madura, “se los honraba desde el nivel de haber adquirido la sabiduría y ocupaban lugares de consejerías importante”.

En cambio, en nuestros días, cuando la gente va llegando a la vejez, “parece ser un despojo que no sirve, es el viejo jodido, pesado”. La psicóloga remarcó que hay una tendencia social “a que el viejo molesta y por ende, la vejez nos excluye a una zona de exilio y hay gente que no le gusta y lo rechaza”.

“Llegando a la edad donde debemos asumir la madurez con honra y orgullo, lo asumimos con recuerdos sistémicos de que nos va a pasar lo mismo que al abuelo o al tartarabuelo, si fueron historias de abandono por ejemplo, a la vejez la pensamos como algo detestable y la evitamos desde diferentes lugares”, expresó.

Cuando se trata de evitar “aún en contra de nuestro bienestar y felicidad, se hace compulsión, y se genera una patología. Es un comportamiento que está en el borde de cuando deja de ser funcional a pasar a ser disfuncional y crear un conflicto con nosotros mismos desde lo físico, mental, emocional y social”, finalizó.