La música perdió este martes a uno de sus íconos más emblemáticos. Ozzy Osbourne, vocalista y fundador de Black Sabbath, falleció a los 76 años, rodeado de su familia, apenas semanas después de haber protagonizado un emotivo concierto de despedida en Birmingham junto a los miembros originales de la banda que revolucionó el heavy metal.
La noticia fue confirmada por un comunicado firmado por su esposa Sharon y sus hijos Jack, Kelly, Aimee y Louis. “Con una tristeza mayor de la que las palabras pueden expresar, debemos informar que nuestro querido Ozzy falleció esta mañana. Estuvo acompañado de su familia y rodeado de amor”, indicaron. También pidieron respeto por la privacidad del entorno cercano del músico en este momento de duelo.
La última vez que Osbourne subió a un escenario fue en Villa Park, su ciudad natal, donde se reencontró con Geezer Butler, Tony Iommi y Bill Ward, los fundadores de Black Sabbath. Aquella noche, el “Príncipe de las Tinieblas” interpretó cinco canciones y fue ovacionado por miles de fanáticos. El show, promocionado como “el mayor espectáculo de heavy metal de la historia”, incluyó incluso la propuesta de matrimonio del DJ Sid Wilson a su hija Kelly, bajo la atenta y emocionada mirada de Ozzy.
Una historia en la música
Nacido como John Michael Osbourne en 1948 en Birmingham, la historia del cantante es la de una redención a través de la música. Dejó la escuela a los 15 años, tuvo diversos trabajos precarios e incluso cumplió una breve condena por robo. Su vida cambió para siempre cuando escuchó “She Loves You” de The Beatles, una revelación que lo impulsó a dedicarse al rock.
En 1969 fundó Black Sabbath, banda pionera del heavy metal con un sonido oscuro, guitarras distorsionadas y líricas que desafiaban el statu quo. Su voz y presencia escénica marcaron a generaciones enteras. El éxito fue inmediato con discos como Black Sabbath y Paranoid, pero también llegaron los excesos y las tensiones internas. Ozzy fue expulsado del grupo en 1978 por sus problemas con las drogas y el alcohol.
Lejos de ser un final, su salida fue el inicio de una nueva etapa. Con el apoyo de Sharon Arden, quien luego sería su esposa y mánager, lanzó su carrera solista con el disco Blizzard of Ozz (1980), que incluyó himnos como Crazy Train y consolidó su figura como solista. Fue también la época en la que cimentó su mito: mordió la cabeza de un murciélago en vivo, se enfrentó a la censura y se convirtió en un símbolo cultural del metal más allá de la música.
Con los años, Ozzy reinventó su legado. Regresó varias veces con Black Sabbath, ganó premios Grammy, creó el festival Ozzfest y conquistó una audiencia masiva con el reality The Osbournes en MTV, que retrató su excéntrica vida familiar y disparó la fama de sus hijos.
En 2020, reveló que padecía Parkinson y desde entonces fue reduciendo sus apariciones públicas. La despedida en su ciudad fue la culminación de una carrera irrepetible, marcada por la oscuridad, el carisma y una conexión única con el público.
Ozzy Osbourne deja una herencia inmensa en la historia del rock. Fue un transgresor, un sobreviviente y, sobre todo, una figura profundamente humana que logró convertir sus demonios personales en arte. El heavy metal no sería lo que es sin él.





