Manuel Aldaz es presidente de la Fundación Ciudadanos de Mundo, con sede en Buenos Aires, que se dedica a integrar a los nuevos inmigrantes que llegan al país a buscar una mejor suerte desde naciones periféricas como Nigeria, Somalia y también desde China y la República Dominicana.
Hace pocos días estuvo en Córdoba para denunciar un caso de xenofobia del que fue víctima un ciudadano nigeriano, menor de edad, que fue maltratado por la Policía.
Aldaz asegura que hay encuestas que señalan que un 30 por ciento de la población argentina es xenófoba y discrimina al que es distinto.
“En Argentina siempre tratamos de ocultar a los negros.  Bernardino Rivadavia era mulato, hijo de negros; el sargento Cabral era negro. Es más, la virgen que es patrona de la Argentina, la de Luján, el primero que la reconoce es un negro que se llamaba Manuel”, aseguró.
En otro orden, señaló que la discriminación existe también hacia los propios argentinos que viajan de provincia en provincia buscando una mejor suerte. “Seguimos pensando que la mejor inmigración es la que viene de Europa”, afirmó.

¿Cuál es el trabajo concreto que realizan desde la fundación?
Trabajamos por los derechos de los refugiados y los inmigrantes en la Argentina. Cuando hay un caso en el que se violan los derechos humanos nosotros vamos hasta el lugar y tratamos de solucionarlo. Hace dos años que está formada la fundación y tenemos mucho trabajo porque hay muchos casos de xenofobia en el país.
Ahora vine porque hemos radicado una denuncia sobre lesiones y abuso de la autoridad sobre un ciudadano nigeriano que es menor de edad.
La fundación esta dividida en varias áreas. Tratamos de brindarles todos los servicios a los inmigrantes para que puedan desarrollarse en nuestro país.

¿Hay una nueva oleada migratoria?
En los últimos 10 años fue la inmigración más fuerte de los países africanos en la Argentina. Estamos hablando de Senegal y Nigeria, especialmente. Están en todo el país, buscan la oportunidad de insertarse laboralmente y la oportunidad que tienen es la venta ambulante de bijouterie. Y se los acusa de conformar una mafia de la bijouterie, que trae esta gente a trabajar como mano de obra esclava y que hay una mafia del oro. Es todo mentira. Ellos venden bijouterie porque es la única oportunidad que tienen y porque en el país de ellos ya son comerciantes.

¿Cuál es la mirada de la fundación sobre el trato que tiene el argentino tipo hacia la gente de otro color?
Tenemos estudios que revelaron que el 30 por ciento de la población argentina es xenófoba. Recibimos muchas denuncias de casos de racismo y xenofobia. El caso de Córdoba de los chicos senegaleses el año pasado fue muy fuerte y que tiene a un ex policía retirado que está detenido. El caso fue caratulado como odio racial. Se violaron todos los derechos del principio humano y fue uno de los primeros casos caratulados de esta forma en la Argentina.

Menem dijo una vez que en Argentina no había racismo porque no había negros y que ese “problema” lo tenía Brasil…
Nosotros tratamos siempre de ocultar a los negros.  Bernardino Rivadavia era mulato, hijo de negros; el sargento Cabral era negro. Es más, la virgen que es patrona de la Argentina, la de Luján, el primero que la reconoce es un negro que se llamaba Manuel.

¿Trabajan con otras colectividades?
Si, con todas las colectividades más vulnerables, la colectividad china, la dominicana y la senegalesa.

Siempre se habla de mafias chinas ¿Tiene que ver con el miedo a lo diferente eso?
El ser humanos siempre discrimina por ser flaco, alto, por una posición económica. Pero cuando la discriminación afecta directamente a otra persona se abre el tema del racismo en sí. Y cuando las personas desconocen empiezan a imaginarse cosas que no son y se habla de mafia china, que todos los africanos llegaron en una barcaza o como polizones. Los senegaleses son inmigrantes que buscan una oportunidad y que hacen lo mismo que hacemos los argentinos cuando vamos a España, por ejemplo. Y eso pasa también con la inmigración interna: hay discriminación en los propios argentinos que se mueven de provincia para trabajar. Hay muchos estigmas: un ciudadano colombiano es narcotraficante; el paraguayo viene a sacarme mano de obra; el chino es mafioso; si es una mujer negra es una prostituta. Esos estigmas fueron generados en la década del 70 y reforzados en los ´90.

Tiene que ver con una idea política…
Sí. Nunca me voy a olvidar de un titular en un canal de noticias que decía que habían muerto tres personas y un boliviano.

¿Cuál es el trabajo que hacen desde la fundación más allá de este auxilio para casos extremos?
Trabajamos en talleres de integración. La idea es que cada ciudadano de cualquier país vaya a exponer su cultura. Eso hace que veamos que existen muchos nexos entre los ciudadanos de distintas culturas. Nuestras raíces tienen una fuerte ligazón con lo africano, con lo negro.  Y estamos formados por la inmigración. Entonces tratamos de darle una inserción en la sociedad argentina. También hay talleres laborales para que la gente deje de vender en la calle y puedan tener un trabajo remunerativo digno. Nuestra Constitución es muy amplia y es muy favorable a la inmigración.

Quizás se buscó una inmigración selectiva. No es lo mismo un francés que un senegalés…
A no porque todavía tenemos nuestras ideas de que la mejor inmigración es la europea o la norteamericana. Tampoco es lo mismo un ciudadano de un país limítrofe. Tenemos todavía esa consigna de la época de Sarmiento.

Publicado por el semanario La Jornada.