Desde hace casi ocho años, la Red Solidaria de San Nicolás sostiene un trabajo comunitario silencioso pero fundamental: prestar elementos de ortopedia, clasificar y entregar ropa, y acompañar a quienes más lo necesitan con medicamentos y otros recursos.
El grupo nació tras una experiencia previa en Malagueño (centro) y se fue fortaleciendo con el tiempo. “Tuvimos que acomodar algunas cosas para que el sistema se mantuviera activo. Antes prestábamos sillas de ruedas o muletas, pero sin un control. Ahora llevamos un registro más estricto y eso nos permitió no perder materiales y ayudar a más gente”, explica Guillermo, uno de los referentes.
Entre los elementos que se prestan se encuentran sillas de ruedas, muletas, andadores y camas ortopédicas. “Todo se hace de manera solidaria, sin dinero de por medio. Si alguien necesita algo, lo pedimos por el grupo y enseguida aparece quien puede ayudar”, agrega.
La red también organiza un ropero comunitario, al que cariñosamente llaman roperito. “Clasificamos la ropa, la guardamos según la estación y la entregamos gratuitamente. Los miércoles abrimos el roperito y lo avisamos por la red solidaria. Es como una boutique solidaria, todo se acomoda con mucho cariño”, cuenta Estela, otra de las voluntarias.
El grupo funciona, además, como un espacio de intercambio de medicamentos y donaciones. “Cuando alguien tiene remedios que ya no usa, los pone a disposición en el grupo. Los guardamos y los entregamos a quienes los necesitan. Hay mucha gente participando, y eso hace que todo circule”, explican.
La historia de la red está marcada por la empatía. “Todo comenzó cuando ayudamos a una chica que necesitaba una silla de ruedas y pañales. Cuando falleció, su familia nos donó los elementos, y a partir de ahí empezamos a organizarnos con más fuerza”, recuerda Guillermo.
Con presencia también en Malagueño (centro), Primero de Mayo y otras barrios, la Red Solidaria de San Nicolás se sostiene gracias a la entrega de sus voluntarios. “Somos un grupo de luchadoras y luchadores bárbaros, siempre tratando de estar donde hace falta”, resumen con orgullo.
Por qué ayudar
Pero más allá del trabajo material, hay un motor que sostiene todo: el deseo de ayudar. “Nos gusta ser servidores”, dicen con una sonrisa. Claudia, una de las integrantes más recientes, cuenta: “Hace poquito que estoy en la red y me gusta ayudar a la gente, compartir un momento grato. Está bueno estar con otros y sentirse útil. Hay mucha necesidad, sobre todo de elementos ortopédicos y para la gente mayor, que está muy desamparada”.
Otra voluntaria agrega: “Hace más de dos años que integro la red. Uno se siente útil sabiendo que puede dar una mano al prójimo, dentro de nuestras posibilidades. Todo lo que hacemos reconforta el alma. Hay mucha necesidad en la zona, y también mucha gente solidaria: así como vienen a buscar, muchos otros traen ropa o donaciones. Nosotros somos el eslabón de esa cadena: recibimos y lo que llega, se da. Nada se vende, nada se cobra”.
María, otra integrante, se sumó por invitación de una vecina: “Siempre tuve el corazón solidario, pero no había encontrado el espacio para hacerlo en grupo. Cada una cumple una función: algunas organizan, otras trasladan cosas, y así nos complementamos. Formamos un grupo hermoso”.
De cara al futuro, el desafío es crecer. “Nuestro sueño es tener un espacio físico propio. Hoy alquilamos el lugar y lo costeamos con rifas o eventos, como locros, que hacemos entre todos. La idea es seguir siendo transparentes, porque eso genera confianza. El trabajo que hacemos es muy valorado por la comunidad”, destacan.





