Con una tarde cálida como marco y bajo el abrigo de los árboles del Parque Estancia La Quinta, Villa Carlos Paz celebró este martes un sentido homenaje al Papa Francisco, el primero organizado íntegramente en su honor en la ciudad en recuerdo por su paso durante su noviciado por el predio donde hoy se erigen el Centro Parroquial Margarita A de Paz y la Parroquia del Niño Dios.
El evento, titulado “Un Pastor para el Mundo”, combinó espiritualidad, memoria y calidez comunitaria.
La actividad fue organizada por la Municipalidad de Villa Carlos Paz junto a la Parroquia del Niño Dios, y reunió a vecinos, autoridades y referentes religiosos. Pero la figura central fue sin duda la del padre Andrés Swinnen, sacerdote jesuita de 85 años, quien llegó desde Córdoba especialmente invitado para compartir su testimonio como amigo personal y compañero de noviciado de Jorge Mario Bergoglio.
“Yo fui compañero de Jorge durante dos años de noviciado en Córdoba. Vivíamos juntos, rezábamos juntos y veníamos todos los jueves, y cada verano, desde diciembre hasta marzo, a esta misma Quinta del Niño Dios. Acá empezó a gestarse el hombre que después fue elegido Papa”, relató Swinnen, visiblemente emocionado.
Jesuita con una vasta trayectoria, Swinnen fue maestro de novicios y superior provincial de su congregación. Actualmente reside en la Parroquia Sagrada Familia de barrio Pueyrredón, y desde allí mantiene vivos los recuerdos de una amistad entrañable. “Éramos un grupo muy unido, y Jorge tenía una manera de acercarse que siempre te hacía sentir escuchado”, agregó.
El homenaje incluyó la lectura de fragmentos de la autobiografía del Papa, meditaciones sobre sus encíclicas más significativas y la plantación de un árbol como símbolo del compromiso ambiental de Francisco. Pero fueron las anécdotas del padre Swinnen las que tocaron más profundamente al público presente.
“Veníamos en camiones, en la caja, como ganado”, rememoró entre sonrisas. “Un croata, el hermano Revesic, armó una caja mejor con asientos, pero igual veníamos apretados. Caminábamos entre los yuyos, no había nada, ni luces, ni calles. Íbamos hasta la cruz caminando, a veces prendíamos bosta de vaca para espantar los mosquitos. Era primitivo, sí, pero también era hermoso. Uno recuerda esas cosas con cariño”.
También evocó los años de estudio compartido en el Colegio Máximo en Buenos Aires y luego en Chile: “Estudiamos filosofía, literatura, latín, griego… Él me presidió un año porque ya venía con estudios del seminario. Jorge era muy brillante, pero sobre todo muy humano”.
El acto culminó con música en vivo y oraciones interreligiosas, sellando una jornada marcada por la gratitud y el recuerdo vivo de quien lideró la Iglesia católica desde Roma, pero que dejó huellas profundas en estas tierras.
“Jorge me invitó a acompañarlo en su último viaje a Bélgica. Sabía que yo tenía una hermana allá. Eso no lo hace cualquiera… Lo nuestro fue una amistad sincera, de las que no se borran. Y lo que él hizo desde el papado para el mundo fue enorme, y siguió siendo el mismo Jorge que caminaba entre los yuyos”, concluyó Swinnen con la voz quebrada.
Fotos y video: Luis y Renata Tórtolo