Por Valeria Flesia. Mucho camino se recorre en este ejercicio de memoria que se dedica, paradójicamente, al porvenir. El narrador (¿o cronista?) describe en la primera de las historias cuál será el hilo conductor del resto de los relatos y su decisión de escribir desenrollando un ovillo de pérdidas: el padre, la madre, el pucho, la salud, la vista que se irán tramando con el deseo irrenunciable de encontrar sentidos a la vida, a lo que está vivo.

El desprevenido lector o lectora encontrará en este puñado de historias una bitácora de caminante señalada con su lugar, fecha y cantidad de kilómetros transitados en cuántos minutos. Al leer la anécdota en cuestión, se dará cuenta que el tiempo se va volviendo elástico, tanto así que despierta “a quienes ya no están en este plano”, como sugiere varias veces el caminante, y que esos ausentes reaparecidos, encarnados vitalmente en su pensamiento, lo han emboscado.

Una posible resolución a la trampa del recuerdo en alguna de las entradas de la bitácora es la aceptación de la evocación puesta allí, necesariamente, para que lo vivido cobre sentido y mantenga abierta la puerta del porvenir. En cualquiera de las direcciones en que nos lleva el narrador podremos identificarnos como seres sintientes: con sus fallecidos, con sus sobresaltos, con su culto inagotable de la amistad, con su nostalgia, con su sentido del humor.

Las narraciones que componen Camino al porvenir se nutren de la muerte, de la ausencia, del olvido, pero son, en su íntima esencia, ferozmente vitales.

El Fernando Agüero que convida este libro es un escritor maduro que lleva la experiencia del periodista, del cronista, del entrevistador en impecable resonancia con la biografía personal bellamente narrada.

En Camino al porvenir podrás encontrar, lector, un retazo de alguna vida que puede ser la tuya, bienvenido a la lectura.

Camino al porvenir ya se encuentra en la librería Había una vez en calle Belgrano 166 de Villa Carlos Paz y pronto en Internet.

ldc