Eso que hace Esperanza todos los días en el taller que es parte de su casa en Carlos Paz es lo que su familia ha hecho durante al menos cuatro generaciones.

Con sus manos y algunas herramientas elementales, Esperanza Fuhr construye sandalias, zapatos y botas que luego vende en las ferias que recorre desde antes de aprender a caminar.

Su padre, José, es zapatero desde su juventud y toda su vida se dedicó a la confección de calzado. Y por lo que pudo indagar y reconocer entre sus antepasados, su abuelo era zapatero remendón, profesión que adquirió de su bisabuelo que llegó desde Alemania a la Argentina.

“Creo que lo que hago no tiene un principio y fue toda la vida porque desde que camino, desde chiquitita, anduve dando vueltas en el taller de mi papá, chusmeando, agarrando los materiales, jugando, viendo y asimilando”, cuenta la zapatera artesana que asegura que se ve desde muy chiquita encima de su padre, observándolo todo, probando y haciendo cosas como en un juego.

“Es toda mi vida esto de ver el oficio y estar ahí con él en el taller, escuchando lo que él escuchaba y siendo feliz con todo lo que tiene que ver con el entorno de una feria”, afirma.

Primeros pasos

Sus primeros productos fueron hebillas de cuero para el pelo que confeccionaba a los 8 años y a las que le sumaba lo aprendido de su madre, la artista plástica Julia Ahumada, en el grabado de hojas naturales, figuras y dibujos de creación propia. Tiempo después llegaron las sandalias y esa labor es la que todavía lleva adelante para ganarse el sustento y crecer como artesana.

“Con lo que ganaba en las temporadas, en las ferias, me costeaba los gastos que tenía en los estudios en la Facultad de Bellas Artes en donde estudié profesorado de Pintura”, dice.

La herencia de sus padres

“Mi papá empieza con las herramientas de mi abuelo que era zapatero remendón además de ser colectivero y albañil en Buenos Aires”, dice Esperanza.

Y cuenta que su padre tomó la decisión de abandonar su trabajo en el Ministerio de Defensa y viajar a Córdoba como opción de vida.

Una amiga le contó de su decisión de irse a vivir a San Marcos Sierras y a José le interesó la propuesta de una forma de vida distinta.

Allí se encontró con Julia y fruto de ese amor nació Esperanza.

“Mi papá aprendió a hacer sandalias de una pareja que se dedicaba a esa labor y trajo ese oficio a Córdoba”, cuenta Esperanza.

Caminar sobre el suelo

-¿Qué significa para vos construir algo con lo que la gente va caminar?

-Lo que siento es que me viene todo lo que soy, es como que mi esencia está acá y nunca me planteé hacer otra cosa, porque es lo mío, es como que es parte mía. Lo que hago me permite avanzar y creo que es algo que transmito después a las personas que usan el calzado. Es el caminar, la base, lo que nos hace pisar, lo que nos conecta con las raíces porque a la vez es una conexión nuestra con el suelo.

Esperanza asegura que su trabajo en el taller le aporta una alegría que no se puede describir en palabras. Su taller está en la casa en la que vive por lo que todo lo que hace está inmerso en su cotidianeidad.

Un oficio, una vida

Esperanza asegura que este oficio es lo que les permitió vivir como familia con sus padres y luego eso se trasladó a su vida adulta para sostener a sus propios hijos.

“Vivimos toda la vida de esto con mi papá, tuvimos épocas muy difíciles en San Marcos Sierras en donde me crie en un contexto de monte, con una forma de vida muy linda”, expresa la mujer. Allí, entre otras actividades artísticas, con su madre y sus hermanos recolectaban yuyos autóctonos como peperina, marcela, carqueja y otros, que luego vendían en la feria.

Ser artesana

“Para mí, ser artesana es una forma de vida. Es un hacer cotidiano que está  relacionado con un todo. Es la forma de vida que concuerda con tu pensamiento”, expresa.

Sobre el calzado como medio de ostentación de clase, algo que se observa en las vidrieras de los centros comerciales, Esperanza afirma que se trata de una imposición cultural.

“Es algo que hace que te alejes de lo de lo real, con un calzado hecho de plástico, que se deja llevar por la moda. A la vez la gente valora lo hecho por artesanos con un material noble como el cuero y con productos que pueden llegar a durar hasta 10 años”, dice.