El Papa León XIV encabezó la misa de Pentecostés este domingo y pidió por la superación de muros, divisiones, egoísmos y prejuicios.
En su homilía, inspirado por el relato de los Hechos de los Apóstoles, el Papa recordó que “desciende sobre nosotros el don del Espíritu Santo como un viento impetuoso que sacude”.
Y acotó: “El Espíritu Santo supera la ruptura iniciada en Babel y abre las fronteras. […] La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas”.
León XIV después, ha trazado una ruta clara para una Iglesia sin muros y sin despreciados y conseguir una Iglesia de hermanos y hermanas. Y destacó las tres dimensiones esenciales de la acción del Espíritu: abre las fronteras en nuestro interior, en nuestras relaciones y entre los pueblos.
“El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo”, explicó el Santo Padre, a la vez que denunció cómo en un mundo hiperconectado, millones permanecen solos y desorientados:
“Es triste observar cómo en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de “establecer vínculos”, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros desorientados y solitarios”.
Ante esto, León XIV nos recuerda que el Espíritu de Dios “nos hace descubrir un nuevo modo de ver y de vivir la vida”: Por un lado, “nos abre al encuentro con nosotros mismos, más allá de las máscaras que llevamos puestas” pero también “nos conduce al encuentro con el Señor enseñándonos a experimentar su alegría y nos convence de que sólo si permanecemos en el amor recibimos también la fuerza de observar su Palabra y, por tanto, de ser transformados por ella”.
Finalmente, el Papa rememoró cómo en Pentecostés las lenguas no dividieron, sino que unieron: “El caos de Babel es apaciguado por la armonía del Espíritu”, recordando que también hoy las divisiones “no son ocasión de división y de conflicto, sino un patrimonio común del que todos podemos beneficiarnos, y que nos pone a todos en camino, juntos, en la fraternidad”.
Un llamado final del Papa a poner en práctica “el mandamiento del amor” concluye la homilía, en la que también ha recordado que “el Espíritu rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio” en un mundo desgarrado por guerras y migraciones forzadas.