Cantó en la primera banda de rock que tuvo Carlos Paz en la década de 1960. Ganó un concurso de tango en una radio de Córdoba y lo llamó el maestro Jorge Arduh para cantar en su orquesta.
En este reportaje en el ciclo Una de Cal, Daniel Simmons cuenta su historia junto a la música, su entrañable amistad con Rubén Juárez, y su paso por festivales nacionales e internacionales.
Su vida no ha sido un camino directo al escenario. Desde joven, con una familia que le demandaba estabilidad económica, Daniel tuvo que elegir entre su vocación y el sustento familiar. “Me decían: ‘No vas a poder vivir del arte’, y por un tiempo, lo dejé de lado”, recuerda. Con la llegada de su hija mayor y el peso de la responsabilidad familiar, el canto pasó a segundo plano. Pero la pasión por la música nunca desapareció.
“Me decían que no iba a ser el sustento de mi familia. No era fácil vivir del arte en esos tiempos”, cuenta.
Aunque se dedicó a otros trabajos, y formó una familia, siempre había algo en él que lo empujaba a seguir adelante con su sueño. La situación, sin embargo, no fue sencilla. Durante años, Simmons dejó de cantar y, aunque sentía la necesidad de expresarse a través de la música, no fue hasta años después que pudo reencontrarse con su verdadera pasión: el tango.
A medida que pasaban los años, la vida le dio nuevas oportunidades. Tras un divorcio y la partida de su familia, comenzó a cantar nuevamente, esta vez con más fuerza y seguridad. Fue en Buenos Aires, después de un largo tiempo, cuando finalmente sintió la magia del escenario otra vez. En sus palabras: “En los tiempos de Arduh (la orquesta en la que trabajaba) cantaba sin sentirlo, pero ahora soy feliz al abrir la boca. Puedo sentir la letra y ponerme en la piel de quien la escribió”.
Rubén Juárez, un hito en su vida y su carrera
Uno de los grandes momentos de su vida fue conocer a Rubén Juárez, un referente para él, quien lo alentó a no abandonar su pasión por el tango. “Rubén me dijo: ‘Tienes que cantar’. Yo no creía en mí mismo, pero él vio algo en mí que yo no veía”, asegura Simmons. Esta relación con Juárez le permitió crecer tanto como artista como persona, logrando compartir escenarios y vivir experiencias inolvidables, como cantar junto al maestro en varias oportunidades.
En su trayectoria, Daniel también tuvo la oportunidad de viajar a Colombia y Costa Rica, llevando el tango por el mundo. “El tango es nuestra identidad. Los jóvenes a veces lo ven como algo viejo, pero si leen las letras, entenderán que hablan de historias que todos vivimos, independientemente de la época”, reflexiona Simmons. Su amor por el tango es contagioso, y su esperanza de que el género siga vivo entre las nuevas generaciones es palpable.
Sentir el tango
Hoy, después de años de sacrificios y esperas, Daniel Simmons continúa en los escenarios, interpretando sus tangos con una pasión renovada. Su historia es la de un hombre que, a pesar de las dificultades, nunca dejó que su arte se apagara, y que sigue cantando para quienes lo escuchan con el alma. “Cantar un tango no es solo cantar, es vivir cada letra. Y eso, para mí, es la verdadera esencia del tango”, concluye.
El tango no es solo música, es una forma de vida, y Daniel Simmons ha hecho de esta filosofía su bandera. Como él mismo lo dice, “El tango nunca muere. Es imposible”. Y con su voz, lo mantiene más vivo que nunca.