Así como supo hacerlo entre la música popular y la académica, Chango Spasiuk ahora tiende puentes entre geografías y culturas en apariencia distantes como la chamamecera y la noruega en el disco de enorme expresividad y belleza lanzado ayer en Argentina “Hielo Azul Tierra Roja”, que urdió junto al guitarrista Per Einar Watle.

 

Registrado en junio de 2019 en Oslo, adonde el artista misionero llegó en compañía de uno de sus más sensibles laderos, el guitarrista, cantante y percusionista Benjamin Marcos Villalba; allí confluyó con tres integrantes del conjunto del anfitrión: el contrabajista y cantante Steinar Raknes, la vocalista Anne Gravir Klykken y el percusionista Kenneth Ekornes.

Se trata de un cruce donde los pulsos del jazz nórdico se asoman a lo exuberante y vigorosamente triste de los ritmos del Litoral para hallar un nuevo territorio fértil donde explayarse sin olvidar el respeto ni resignar libertad junto a un baqueano de los riesgos como el siempre inquieto Spasiuk.

La reunión, capaz de despertar los lugares comunes del humor ramplón para hacer referencia a algo más raro que un sapucay en un fiordo o inusual que nórdico tomando mate, destrozó aquellas imágenes quietas para dejarse fluir en la belleza.

Es que los talentos reunidos de Chango y Per, más la versátil destreza del resto del elenco, construye un discurso que no cae en la tentación posmoderna del no-lugar ni tampoco es una ensalada de referencias obvias sino que genera una charla fecunda con sus remansos de escucha y sus arranques briosos en un todo orgánico que muestra la señales de una comunidad posible capaz de incluir las diferencias.

La nueva experimentación, alejada de la impostura y del ceño fruncido sino inquietante y revoltosa como toda aventura que se precie, es un vasto punto de reunión de tradiciones, saberes y sonidos.

Folks&People

Por ello “Hielo Azul Tierra Roja” dialoga a su modo con “Tierra Colorada en el Teatro Colón” (2013/2014), donde el chamamé se tuteó con la academia a partir del encuentro con la Orquesta de Cámara Estación Buenos Aires del violinista Rafael Gintoli, bajo arreglos y dirección de Popi Spatocco,

Y si bien otras travesías de Spasiuk mostraron esas intenciones con “Otras músicas” propias (2016) y en el cruce con la electrónica de Chancha Vía Circuito para re-sembrar el repertorio de “Polcas de mi tierra” con “Pino europeo” (2018), aquí -en su 13er. álbum y pese a distancias aún mayores- la conexión se aprecia más fecunda que nunca antes.

El del chamamé y el jazz son dos mundos que podrían colisionar, enfrentarse, anularse o perderse en el camino y, sin embargo, con dosis de respeto, indagación y curiosa sensibilidad, alumbra un repertorio y una forma de interpretarlo que ratifica la maravilla de la creación e invita a inventar nuevos mundos.

En tiempos donde la otredad es amenaza, lo desconocido significa peligro y el mundo pandémico obligó a replegarse y restringirse, las 10 piezas reunidas en este álbum invitan a abrir las ventanas, los oídos y las conexiones posibles e imposibles del gesto humano.

Para tentar la apuesta resulta esencial la voluntad de Watle por arrimarse a la sonoridad litoraleña y el gusto de Spasiuk por el riesgo de dejarse atravesar por distintas texturas en un diálogo que va de la calma a la potencia en un devenir subyugante.

Hay en “Hielo Azul Tierra Roja” cuatro piezas de cada uno de los convocantes al lance, una fenomenal versión de “El boyero” (en el que la cantante Klykken consigue una hermosa y esforzada interpretación a dos lenguas) y el extraño y magnífico “Folks & People” (compuesto y cantado por el contrabajista Raknes) al que Chango añade el relato de un fragmento de “Un mar de fueguitos”, de Eduardo Galeano.

Las creaciones del acordeonista argentino son “Bailando”, “Misiones”, “Solo para mí” (que compuso junto a Víctor Heredia y supo cantar Mercedes Sosa) y “Rita”, mientras que el guitarrista noruego aporta la atrapante “Julian”, “Caa Catí”, “Corrientes” y “Hielo azul, tierra roja”, obra capaz de sintetizar el desafío.