Las medidas restrictivas que incluyeron el cierre de los bares en Punilla y otros cinco deparamentos de Córdoba se cumplen desde este lunes de manera estricta en el centro de Carlos Paz.
Las imágenes de la peatonal, ese lugar de la ciudad en donde se concentra la vida social, comercial y turística, se asemejan a las del inicio de la pandemia cuando la cuarentena era extrema y el movimiento, casi nulo.
“Esto nos cortó las piernas”; dijo el propietario de un bar del centro lamentándose tras tener que restringir el horario y los días de trabajo de sus empleados que ahora sólo atienden los envíos a las oficinas o comercios cercanos, o los cafés al paso.
La desolación es un sentimiento que aflora casi de manera instantánea al caminar calles que para esta época del año, en épocas de la vieja normalidad, comenzaba a florecer y a ponerse en obras para esperar la temporada de verano. Y el bullicio ausente de los adolescentes en viajes de estudio es un silencio que cala profundo en esa sensación de desesperanza.
“Las medidas nos afectan directamente a nosotros, los que más nos preocupamos por cumplir los protocolos”, dice un mozo mientras muestra la pistola para tomar la fiebre que se usan antes del ingreso de los clienes y las planillas de las declaraciones juradas en donde se asientan nombres y direcciones, entre otros datos.
Entre los gastronómicos, el hecho de volver a la actividad fue una pequeña señal de recuperación. Algo que si bien en los números no hacía una diferencia y servía para cubrir gastos y pagar al personal, se transformó en una cuestión simbólica y una manera de preparar el camino hacia una temporada abrumadoramente incierta.
Piensan que serán 14 días de espera y de ruego para que la “curva” de contagios baje y las autoridades determinen otro tipo de políticas en relación a la pandemia que no acabe con su manera de subsistir y de dar trabajo.