Lo que alguna vez fue una sospecha entre murmullos de vestuario hoy es una causa judicial con nombre y apellido. Quince personas (exdirigentes, jugadores y allegados al Club Atenas de Río Cuarto) fueron imputadas por la Fiscalía de Cibercrimen de Córdoba, acusadas de participar en una trama de apuestas deportivas que sacude al fútbol cordobés.
Según el fiscal Franco Pilnik, parte del plantel habría “ido a menos” en un partido del Torneo Federal A, jugado en septiembre de 2024, que terminó en una goleada en contra. No fue una mala tarde futbolística: habría sido una jugada calculada para ganar dinero apostando a la derrota del propio equipo. Entre los principales señalados figura el expresidente del club, Luis Felppa.
El caso se destapó gracias al análisis de mensajes y llamadas telefónicas, donde se habrían coordinado las apuestas a través de la plataforma de la Lotería de Córdoba. Las pruebas, según la fiscalía, muestran una maniobra repetida: apostar, perder en la cancha y ganar en la boleta.
Más allá del revuelo judicial —la imputación es por estafa, un delito que puede tener penas de hasta seis años de prisión—, el episodio vuelve a poner sobre la mesa un problema mucho más profundo: el crecimiento descontrolado de las apuestas en el deporte. Lo que empezó como un pasatiempo se volvió una trampa que amenaza la esencia del juego y corrompe la pasión.
Y el impacto no se queda solo en los vestuarios. Hoy, cada vez más chicos se asoman al mundo de las apuestas desde el celular, como si fuera parte natural del fútbol; crecen viendo que se apuesta por todo (goles, córners, tarjetas), con el riesgo de creer que la suerte vale más que el esfuerzo.





