Gonzalo Regali tiene 32 años y es oriundo de Córdoba Capital. Este domingo demostró, con gran tenacidad, otro ejemplo de superación: trepó a más de 2 mil metros hasta llegar a la cumbre del Cerro de la Cruz, apenas separado del macizo de Los Gigantes.

“Al principio no estaba muy convencido pero cuando hicimos palestra el viernes pasado y conocí a todos los chicos con los que finalmente subimos, me dio tranquilidad porque noté que todos tenían mucho conocimiento de la montaña”, confesó Regali quien fue guiado por Leandro Bisutti, Lucas Izquierdo y Pablo Fratti.

La travesía duró alrededor de diez horas entre ascenso y descenso con un pequeño break en la cumbre del Cerro de la Cruz.

“Esto comenzó como idea de hacer el trabajo final para la facultad, pero fue mutando porque en Argentina, el montañismo adaptado, nos está para nada desarrollado así que le pusimos todas las fichas a eso”, comentó Bissutti a Carlos Paz Vivo!.

“Utilizamos una barra direccional de tres metros, de caña tacuara, para guía. Gonzalo siempre estuvo positivo, con mucho entusiasmo y eso fue favoreciendo la actividad a cada paso que dábamos. Ninguno había guiado a una persona no vidente y nos sorprendió gratamente lo fluido que fue todo”, describió “Pichu”, apodo que recibe Bisutti desde su círculo íntimo y agregó que “cuando uno aprende a utilizar esa barra o alguna otra herramienta, te da una seguridad muy grande para todos”.

En la naturaleza

Hasta este acontecimiento, Gonzalo nunca estuvo en contacto con la naturaleza realizando estas actividades de alto riesgo. La entrada a la primer cueva fue el momento en que Gonzalo hizo el quiebre, según su propio relato.

“No hay palabras para describir lo que sentí durante todo el viaje. Entrar a las cuevas, sentir los ríos subterráneos, el eco de tu propia voz, tomar agua de vertiente, escalar allí dentro, escuchar el sonido de las alas de un cóndor cortando el aire que pasó cerca nuestro, fue todo mágico”, admitió el joven cordobés.

“Fue una sincronización que se fue ajustando desde el principio hasta el final y terminó de la mejor manera. De a poco, en medio de la montaña, nos fuimos animando, todos, a intentar algunas cosas” relató Bisutti.

“Ahí arriba tomamos mates, comimos algo y hasta nos tomamos un tiempo para meditar después que los chicos me hicieron una descripción de todo lo que se veía desde arriba. En casa siempre me enseñaron a decir ‘todo se puede’ y claramente, tenían razón”, subrayó Gonzalo.

En el regreso, descendieron cerca de 70 metros en rapel y Regali, entre risas, admite que allí sintió mucha adrenalina en su cuerpo, pero recién tomó dimensión de lo logrado cuando, ya sobre piso firme, escuchó a Izquierdo hablarle a lo lejos, sobre la cumbre aún: “Parecía que Lucas estaba muy lejos. Claro, ahí noté que había descendido muchos metros y casi no lo podía creer”.

“Gonzalo no dejó de sorprendernos en cada momento. Tanto en la escalada, como en el trekking y el rapel. Ni bien llegamos de vuelta, nos percatamos que ninguno llegó con algún raspón y eso es para festejar”, destacaron los guías.

Experiencias como la de estos cuatro aventureros, no se dan todos los días, pero quizás entramos a un tiempo en que serán más habituales.  “Esto debe servir para que el colectivo no vidente y hasta los guías mismos entiendan que es una actividad totalmente posible para que puedan vivir experiencias nunca antes vividas, como el caso de Gonza”, afirmó Leandro Bisutti, encargado de la tesis final para su carrera.