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Entrevista a Jorge Perea: “Soy lo que soy gracias a quienes me abrieron la puerta”

Jorge Perea cumple 74 años esta semana y es uno de los decanos del periodismo de Villa Carlos Paz. Llegó a los 16 años desde San Lorenzo (Santa Fe) y terminó el secundario en el IESS antes de arrancar su carrera en la comunicación.

Fue preceptor hasta que el periodismo pudo más que todo lo demás y nunca dejó de ejercer el oficio.

En esta entrevista con Carlos Paz Vivo!; el conductor de VCP HOY, el noticiero con más años en la ciudad, habla de su pasión por el trabajo que eligió luego de pasar por casualidad por la puerta de las oficinas del periódico Serranías, que dirigía Antonio Biasizzo, y pedirle trabajo.

Los inicios en el periodismo

—Jorge, ¿cómo fue que llegaste al periodismo? ¿O cómo llegó el periodismo a vos?

-Llego por una inquietud juvenil. Estaba en quinto año, en mayo de 1969, y se me ocurre, no sé por qué, pasar por un lugar donde había un periódico semanal que se llamaba Serranías. Dije: “Voy a ver si el director del diario me acepta que yo escriba cosas sobre la juventud”. Era algo inexplicable, porque yo nunca había escrito nada. Es más, era bastante malo en redacción. Pero me puse en contacto con el señor Antonio Biasizzo, que era el dueño del periódico, y me dijo: Bueno, tráeme un artículo, yo lo reviso a ver qué tal es y vemos si lo podemos publicar. A partir de ese momento, tras sus correcciones, se generó una columna semanal que se llamaba Una juventud que…, con el subtítulo “piensa, pregunta, reclama”, etcétera.

La primera experiencia

“Tuve la primera experiencia difícil en el periodismo porque hice una crítica, a través de esa columna, a un lugar público: la confitería Carlos Paz, que en aquel tiempo era de René Picatto. Esa crítica, por supuesto, le llegó a Picatto y me quería matar. Pero después terminamos siendo amigos”, contó Perea con una sonrisa en el rostro.

“Como joven, yo me sentía identificado con los otros jóvenes, y reclamaba una mejor atención para nosotros, los que no consumíamos nada porque no teníamos plata. El problema era que éramos cinco con un café”, agregó y dijo: “Esto trajo una serie de cuestiones, pero en realidad el señor Biasizzo siempre me defendió. Nunca me hizo ninguna censura; todo lo contrario. Tengo el mejor de los recuerdos de él”.

Pero todo siguió igual: “La columna siguió, y al año siguiente, en 1970, el periódico se convierte en diario. Él me pidió que me quedara como redactor, pero en realidad me quedé como redactor y “che pibe”, acotó Perea.

—¿Qué edad tenías entonces?

-Dieciocho años, recién cumplidos. En el trajín del aprendizaje —porque para mí todo era un aprendizaje, y realmente lo fue con mayúscula—, seguí trabajando. Después ingresé en la universidad, en 1972, pero hasta entonces todo lo que me enseñó Antonio Biazizzo, sobre todo en lo que tiene que ver con la ética periodística, fue fundamental. Siempre rescato esa enseñanza y esos valores. Hasta que tuve un problema familiar: mi padre se enfermó, tuve que salir a buscar otras opciones laborales y me alejé del periodismo por un tiempo. Fue solo seis meses. Después comencé en un circuito cerrado que había aquí, del señor Alberto Pontareli, de quien también tengo un recuerdo inolvidable y maravilloso. Me cedió un espacio para que hiciera un programa de radio. Fue el primer programa de radio con formato de programa de radio que hubo en Carlos Paz, un medio local, en octubre de 1972.

Ser parte de la historia

—Bueno, ¿cómo te cae ser parte de la historia sin ser una persona que se reconozca como vieja? Porque yo creo que sos muy joven de espíritu.

(Ríe) Gracias. Sí, sigo, aunque con menos intensidad, por supuesto, porque los años —si bien los llevo bien— pasan y están. No quiero pecar de arrogante, porque tengo los años que tengo, pero gracias a Dios estoy bien de salud, con lucidez para trabajar. Lógicamente, me canso más, tengo menos resistencia y menos aguante; en fin, también voy moderando la intensidad del trabajo. No me siento ni me sentí nunca alguien especial. Siempre hice las cosas con gusto, con ganas. No sé si decir con vocación, porque suena un poco pretencioso, pero siempre lo tomé como parte de mi vida.

Muchos me preguntan: —¿Y vos qué vas a hacer? Y yo les digo: no voy a hacer nada que no sepa hacer. Y lo único que sé hacer es esto. Aprendí de muy chico, fui aprendiendo y sigo aprendiendo, sobre todo ahora, con los nuevos medios. No los manejo a todos, no los he seguido al ritmo de cambio que tienen, pero esto es lo que sé hacer. No me siento nada distinto. Sí me molesta cuando desmerecen el trabajo que uno hace o descalifican sin conocer el oficio. Eso me irrita mucho y suelo reaccionar con firmeza. No soy, en general, una persona agresiva, pero ante esas cosas sí reacciono bastante fuerte.

“Me siento uno más” 

El conductor de VCP HOY y periodista decano de la ciudad, aseguró que no se siente más que nadie por su trayectoria. “Yo me siento uno más. Me halaga que a veces me reconozcan: que una persona de 30 años me diga “Ah, yo lo veía en la tele cuando era chica o cuando era chiquito”. Y bueno, sí, eso pasa” . Llevo en televisión desde que falleció Ramón Yarda, en 2002, así que ya van 23 años.

—Antes de eso ya estabas haciendo notas, ¿no?

Claro. Antes estaba con Ramón desde 1996 en adelante. Hacía notas, hacía off, pasaba noticias, producía comercialmente el programa, y otras tareas. En el 94 me volví de Hernando; antes te había comentado sobre la creación de la radio allá. Ese año vendí mi radio en Hernando y me vine nuevamente a Carlos Paz. Hice un par de cosas en mi radio y después estuve en otras actividades vinculadas: por ejemplo, trabajé en las primeras ediciones del Abuelazo, entre otros proyectos. Y desde 1996 en adelante estuve con Ramón Yardá, hasta que cuando él falleció, me quedé a cargo del programa. Y sigo hasta hoy.

Todos los trabajos todos 

“Yo empecé en octubre del 71 con un programa de radio”, recuerda Jorge Perea, mientras repasa sus primeros años en el oficio. “En ese tiempo estudiaba, trabajaba en el colegio y, los fines de semana, hacía reemplazos en la propaladora. También, los viernes y algunos sábados, trabajaba en KEOPS como adicionista —eso ya no existe más—; era el que hacía las facturas, las boletas que los mozos llevaban a las mesas para cobrar las consumiciones.”

A fines de 1973, contó su destino profesional cambió con una propuesta inesperada. “Llega un señor llamado Tito Villa y me dice que lo mandaba Rodolfo Bolognani, que en ese momento era el director de Turismo, porque iban a hacer un programa sobre Carlos Paz y me querían para hacer móviles. Yo pensé que era una broma, porque Rodolfo era muy humorista, pero no: era verdad.”

Así, en diciembre de 1973, nació el programa “Aquí Carlos Paz”, emitido por Canal 12 y conducido por Carlos Franco, con Perea a cargo de las notas desde la ciudad. “Fue una experiencia maravillosa”, cuenta. “En marzo del 74 el programa no salió más al aire, pero la productora de Tito Villa se mudó a Canal 10 y empezamos con ‘Carlos Paz 10’, que estuvo al aire hasta enero del 75. Fue una etapa fantástica para mí: seguía estudiando, con mi programa de radio, y a la vez sumaba experiencia en televisión.”

Perea se asoció luego con Villa y Ricardo Vaqué para comprar la Propaladora Sierras y Difusora Sierras, un circuito cerrado de radio por cable, antecedente directo de las FM actuales. “En aquel tiempo era algo impensado: se instalaba un receptor en cada local, como luego sería la televisión por cable, pero sólo con radio. Era una idea muy avanzada.”

Gracias a la confianza y el apoyo de Alberto Pontarelli, en junio de 1976 —ya después del golpe militar— fundaron Radio Carlos Paz, antecedente de la emisora que todavía existe hoy en formato FM. “Yo estuve hasta 1982 al frente de la radio, dirigiendo los contenidos. Ese año me separé de la sociedad con Tito Vila y me fui a Hernando, donde puse una radio con las mismas características. Fue la primera radio de Hernando”, recuerda.

Y agrega, con una sonrisa que mezcla nostalgia y orgullo: “Siempre estuve en los comienzos de distintas cosas: el diario Serranías, Radio Carlos Paz, RH1 —que hoy es Radio Integración—. En aquel entonces muchos creían que poner una radio en un pueblo era innecesario, y hoy es casi imprescindible. Todo lo que pasa en una comunidad, pasa por la radio. Ese es el verdadero objetivo.”

Las oportunidades y las personas que las ofrecen

—Nombraste a varios referentes del periodismo. ¿Podés contar qué significaron para vos y por qué los valorás?

-En realidad, las personas que nombrás son Tito Villa, Ramón Yardá, Antonio Biasizzo como Alberto Pontareli, a quien también mencioné antes, son como hitos dentro de mi vida. Fueron personas que me dieron oportunidades. Yo vengo de una familia muy humilde, con muy escasos recursos para estudiar y para sobrevivir. Y estas personas llegaron a mi vida, o yo llegué a las suyas, y me abrieron puertas. Eso me sirvió para evolucionar, para crecer, tanto material como culturalmente. Y eso no lo puedo dejar de valorar. Realmente, yo soy lo que soy gracias a todas esas personas y, por supuesto, también a mi esfuerzo personal. Pero sin ellas, en los distintos momentos de la vida, no estaría donde estoy.

—Vos decís que no estás en ninguna “cumbre de nada”. Pero según cómo se mire, tu trayectoria sí tiene peso propio.

-Sí, claro. Está bien. Lo que pasa es que no me veo desde ese lugar.

—En estos años se discutió mucho el tema de la meritocracia. ¿Cómo lo ves vos, desde tu experiencia?

-Mirá, yo creo que el mérito personal es importante, pero no alcanza si no hay oportunidades. Lo contrario a la meritocracia pura es justamente eso: entender que si no tenés oportunidades, contexto o condiciones generales favorables, no podés avanzar igual que otro. En mi propia historia hubo momentos en que mi situación económica cayó abruptamente por razones externas, por condiciones generales del país. Y también hubo momentos en los que me recuperé, y eso tuvo que ver con que las condiciones fueron más favorables. Mi trabajo siempre fue el mismo, mi actividad siempre fue la misma, mi dedicación y mi esfuerzo también. Pero las condiciones no siempre fueron las mismas.

El periodismo y los cambios tecnológicos

—Jorge, ¿cómo ves eso que mencionaste alguna vez sobre tus comienzos? Cuando empezaste tenías una radio que era un transistor con un parlantito en una casa, que salía por un cable por la ciudad… y hoy te estoy haciendo esta nota con un teléfono.

(Ríe) Claro. No necesitás una cámara, y tenés micrófonos inalámbricos —aunque sean chinos y no muy buenos— pero andan. El cambio tecnológico fue impresionante. Lo de las inteligencias artificiales da para un capítulo especial, pero el ritmo de cambio ha sido tan vertiginoso en los últimos 50 años que realmente sorprende. Y no solo sorprende: en algún punto, asusta. No sabés qué va a aparecer mañana ni cómo vamos a hacer para alcanzarlo, porque el ritmo de cambio va más rápido que nuestra capacidad de adaptación.
Siempre hago una comparación con el caso de mi mamá. Ella nació en 1913 y murió en 2008. Vio todo. Desde la radio galena —la primera— hasta la televisión por cable, los celulares y mucho más. Son transformaciones de una magnitud enorme, con una velocidad que te sobrepasa. No terminás de adaptarte a una cosa y ya aparece otra, y otra más. Además, la industria busca generar nuevas necesidades, así que siempre va más apurada para ofrecer productos que tienten a la compra, más allá de su verdadera utilidad.

—¿Y el oficio? ¿Sigue siendo el mismo más allá de la tecnología, o sentís que cambió mucho?

No, yo no creo que haya cambiado tanto. Vos me viste trabajar, y yo trabajo hoy como trabajaba hace 40 años, con la misma convicción y con el mismo planteo. Cuando voy a hacer una entrevista, tengo más o menos claro cuál es el objetivo: qué quiero informar o qué quiero que el entrevistado le transmita a la audiencia. Eso no cambió. Lo que sí cambió es la formación, o mejor dicho, la exigencia de formación de los profesionales. Y eso es preocupante. Hoy, con la tecnología, hay mucha gente que usa los medios —sobre todo los electrónicos— sin formación. Y transmiten cualquier cosa, al servicio de cualquier interés. Eso sí cambió. Pero quien hace periodismo de verdad, aunque se adapte a las nuevas tecnologías, conserva las bases fundamentales del oficio. Y esas bases son las que sostienen todo lo demás.

 

“La responsabilidad es lo que sostiene el oficio”

—¿Qué legado dejás? ¿Qué le querés decir a los que vienen atrás tuyo en la profesión, en esta comunidad también?

—Para la comunidad, no soy un actor tan protagónico como para dejar un mensaje general —responde Jorge Perea, con esa mesura que lo caracteriza—. Pero sí puedo decir algo a los colegas, a los que vienen detrás. Les pido encarecidamente responsabilidad. Frente al micrófono, frente a la lapicera —digamos, por simbolizar la escritura—, o frente a la cámara. Responsabilidad, fundamentalmente. Más alegres o más serios, más simpáticos o no tanto, más lindos o menos, eso es relativo. Lo que no puede faltar es la responsabilidad.

Creo que el público, el oyente, el televidente o el lector lo perciben, lo valoran, cuando reciben una información o una nota que está hecha con responsabilidad. Y formarse. Formarse profesionalmente. Esto no es un juego, no es para hacerlo por deporte. Si uno no sabe qué hacer, no puede simplemente decir “voy a poner una radio”. Hay una serie de características, de condiciones, que hacen falta para producir un producto periodístico. Si vas a fabricar pastas, no podés poner arena en lugar de harina. Tenés que poner harina para fabricar pastas. En el periodismo pasa lo mismo. Hay que poner los elementos que son propios de la comunicación. Si no los ponés, o los ponés mal, la comunicación no es la que debe ser.

 

Agradecimiento especial a Mamma Bruna por la locación para la entrevista.