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El día en que llovió plata en la calle Roma de Carlos Paz

PhoTortul 2786
“Lluvia de plata en La Roma”
Roma al 500 – #VCP
Marzo de 2023
📷 Presentada por N.Y. Helados & Café

Es una historia digna del RMC ‘Realismo Mágico Carlospazonzo’ esta que comparto, tal como me cuentan dos queridas vecinas de la calle Roma, la más larga y sinuosa de La Villa. Son Ellas, la popular Normita Carelli (o Nabatea Petra en ‘feisbuc’) y su amiga y vecina Juana… frentistas de años de esta concurrida arteria, cercana al Cucú, que nace en el Boulevar Sarmiento y termina nunca jamás… yéndose para el oeste infinito.

La crónica, ubicada ya en el espacio ‘carlospazonzo’, se remite a la hora 20 (minutos más, minutos menos), en la tórrida jornada del primer domingo de marzo del 2023… con el consabido tránsito de vecinos y turistas que venían bajando del Cabalango y su apacible frescor de chorrillos dorados.

Según Norma, a la que le creo bastante (aunque es un chica teatrera por demás), se encontraba en la verja de su casa, recibiendo justo una bolsa con compras que su vecina y amiga Juana (a Ella le creo más) le había adquirido solidariamente en una despensa calle abajo… cuando de pronto:

“Una mano se asomó de un auto que trepaba la calle y arrojó papeles al viento”. (sic)

Juana fue la primera en darse cuenta que esos papeles eran: ¡billetes!!!

La bolsita con el aceite y otras menudencias del mercadito pasaron de la mano de Normita a un triste segundo plano y la atención se trasladó a los billetes que ya eran juguetes del viento caldeado.

La escena parecía salida de un film con ‘El Guasón’, una colombiana de ‘narcos’… o de la serie gallega ‘La Casa de Papel’.

Entran en escena, necesariamente, otros co-protagonistas, que Norma y Juana presentan en atropellado relato: niños del barrio, motos que frenan, autos que se detienen… caminantes…

Cada uno iba levantando billetes con caras de próceres o de animales, sin distinción. Había de máxima denominación ($1.000.- que pa’ que quede en la historia serian 2 dólares y pico a la cotización actual en ‘blue’), también de ‘Quiñones’, de doscientos… y había de cien, devaluados y deslucidos por la historia económica argenta. No pregunté si eran cabeza grande o chiquita (mala mía).

Una tierna parejita, llena de sueños, aunaba sus esfuerzos en un solo fajo.
Un señor bien presentable, se bajó de una camioneta paquidérmica y metía billetes en sus mil bolsillos a la vez que rezaba un salmo capitalista:

“Si la plata está en la calle… no tiene dueno”, y su frase se cortó cuando la chata arrancó.
Los hijos de Juana y otros jóvenes del barrio, ya tenían en sus manos, partes del botín llovido como el maná biblico y los acomodaban en sus alegres manos de jugar.

Autos que suben, autos que bajan, autos que frenan, puertas que se abren, manos que recolectan, afortunados que siguen viaje contentos con su botín… en un lapso que (aquí Norma y Juana difieren por única vez) iría de 15 minutos a media hora. Poco importa. Es bastante tiempo, a fin de cuentas, el que pasó entre el revoleo de billetes desde un auto generoso que subía y otro auto, de donde se bajó un rubia que dijo en alta voz:
“¡Esta plata es mía!!!”.

Silencio total, a tal punto que hasta el ruido del tránsito, las chicharras y algún cuarteto que salía de una ventana cercana se plegaron al mismo.

Sigilosamente, como una pantera, la blonda (que según Normita pareceía a ‘La Brodsky’ cuando era una ‘Chica Olmedo’), pasó de vecino a vecino, de niño a niño… recolectando el botín.

Todos aceptaron la entrega con una solemnidad conmovedora, rayana con la resignación.

La parejita le entregó el fajo doble que ya tenia destino de alguna comprita amorosa. Tal vez un acolchado, quizás una tostadora… a lo mejor un termo stanley.
Vuelvo la atención a la rubia, que sinuosamente (como la Roma…. como una pantera) se subió al auto… y la puerta se cerró (permiso Sabina) sonando como un signo de interrogación.

Los vecinos volvieron pa’ las casas, como se dice en Córdoba, con las manos llenas de un montón de nada… para no decir vacías.

Juana se fue con su Familia… Norma se acordó de su bolsita con el aceite (no le pregunté si era de oliva) y la noche se cerró sobre el barrio.
Las chicharras volvieron a cantar.

Les costó dormirse a las dos amigas que me contaron esta historia… este suceso. Supongo que también a los niños del barrio.

Al otro día, ya lunes, también caluroso, Norma se levantó y lo primero que hizo fue pellizcarse.

¿Lo soñé?!? Se dijo al mirarse al espejo.

Al no estar segura de sus propios recuerdos, se arrimó a la medianera y gritó como suelen gritar las vecinas:

“Juanitaaa… ¿es cierto que ayer llovió plata o lo soñé?!?”.

La vecina, ya despierta, ratificó todo.

Me lo cuentan entre risas y misterio, entre dudas y sorpresa, entre bronca y resignación.

¿Quién arrojó la plata al viento?!?
¿En qué la gastó el tipito de la camioneta?!?
¿Durmió esa pareja de tortolitos de la moto?!?

Y la pregunta del millón:
¿Era la rubia la real dueña de esos papeles pintados o fue la más viva de esta novela?!?

Hasta aquí, esta historia que con Piti Bertorello ya metemos en el mismo archivo que ‘El Marciano de La Cuesta’ y ‘El Desnudo de la calle Alem’.

Créase o no… esto es ‘Realismo Mágico’, digno del Macondo de Gabo o del Perú de Vargas Llosa pero pasó en la Villa de Carlos Nicandro.

#LluviaDePlata
#RealismoMagicoCarlospazonzo
#CalleRoma