La transmisión en vivo de una expedición científica en el fondo del mar, protagonizada por investigadores del CONICET, se transformó en un fenómeno de interés público.
Miles y miles de seguidores siguen en vivo la investigación que se desarrolla en el fondo marino del cañón del Mar del Plata, a unos 3 mil metros de profundidad.
Detrás de las imágenes, más allá del asombro por las especies y paisajes desconocidos, se reveló algo todavía más profundo: el valor de la ciencia nacional y el rol esencial de quienes la sostienen.
Fernando Barri, biólogo e investigador del CONICET y vecino de Cuesta Blanca, celebró el impacto que tuvo esta experiencia en redes sociales y medios de comunicación. “Fue una grata sorpresa el interés que generó. Esta posibilidad de la transmisión en vivo y ver el trabajo de los colegas despertó mucha curiosidad en la población”, destacó.
Para él y para tantos investigadores, este tipo de iniciativas ayudan a visibilizar una labor que muchas veces transcurre lejos del ojo público, pero que es fundamental para el desarrollo del país.
Barri trabaja desde hace años en el norte de Córdoba, en el Instituto de Diversidad y Ecología Animal, donde coordina un proyecto de investigación interdisciplinario que, en los últimos 15 años, ha identificado nuevas especies y generado información clave sobre la biodiversidad de la región.
Junto a un equipo de unas diez personas, entre biólogos, antropólogos y técnicos, explora los ecosistemas del noroeste cordobés y su relación con las comunidades locales. Una tarea que, aunque lejos del mar, también apunta a lo esencial: saber qué tenemos, cómo conservarlo y cómo puede mejorar nuestra calidad de vida.
Inversión a futuro
“La ciencia no es un lujo ni un gasto”, remarcó Barri. “Es una inversión en el futuro. No hay países desarrollados que no hayan apostado durante décadas a la ciencia y la técnica”.
En tiempos en que el sistema científico argentino enfrenta recortes y amenazas de desfinanciamiento, el investigador alertó sobre las consecuencias de abandonar este camino: la pérdida de recursos humanos valiosos, la fuga de talentos y la imposibilidad de avanzar en áreas clave como la salud, el ambiente o el desarrollo productivo.
Durante la expedición marina, se compartieron ejemplos de investigaciones con potencial transformador. Una becaria, por ejemplo, estudia toxinas de caracoles de profundidad con posibles aplicaciones médicas superiores incluso a la morfina. Sin financiamiento, proyectos como ese simplemente se apagan. “Hay miles de cosas por descubrir, pero si no las investigamos, si no generamos conocimiento, nunca sabremos qué beneficios podríamos obtener”, advirtió.
El caso del streaming del buque oceanográfico demuestra que la ciencia puede conectar con la sociedad, generar entusiasmo y abrir preguntas. Pero también visibiliza una paradoja: mientras la ciudadanía se maravilla con estos avances, muchos de los investigadores involucrados están sin becas, sin ingresos o pensando en emigrar ante la falta de oportunidades.
La investigación en el Norte Cordobés
“No somos privilegiados”
“No somos privilegiados”, aclara Barri. “Somos personas que nos formamos durante décadas para aportar al país. Y lo hacemos con pasión, pero también con sacrificios”. En su caso, ese aporte no está a kilómetros de profundidad, sino en los bosques cordobeses, donde hallaron especies únicas y promueven el uso sostenible de recursos para fortalecer economías regionales y preservar el patrimonio natural.
“Tenemos un país riquísimo en biodiversidad y cultura, pero sabemos poco. Para eso hace falta información, y la información se genera con ciencia”, concluyó. Lo que hoy se ve en las profundidades del océano, o en los cerros del noroeste cordobés, podría ser parte del futuro de todos. Pero solo si se elige sostenerlo.