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Casos de sarampión y tos convulsa: El pediatra Alejandro Luchessi insiste en la importancia de las vacunas

Alejandro Luchessi - Foto: Luis Tórtolo

Alejandro Luchessi es uno de los pediatras más consultados de Carlos Paz y Punilla. Así como buena parte de la comunidad relacionada con la salud pública del país, el médico mostró su preocupación por la merma en la vacunación de los niños en el mundo y particularmente en Argentina.

Esto ha motivado la reaparición de enfermedades que habían desaparecido como el sarampión o la tos convulsa.

-¿Cómo describe el panorama actual respecto al movimiento antivacunas y la reaparición de enfermedades que estaban controladas?

Es importante recalcar que las vacunas del esquema oficial pediátrico empiezan desde el nacimiento, incluso antes: hoy a las embarazadas se les aplica una vacuna contra la bronquiolitis que, administrada entre el tercer y sexto mes de gestación, brinda protección al bebé casi durante un año. Eso produjo este invierno de 2025 un descenso muy marcado en las internaciones por virus sincicial respiratorio en menores de un año.

Con respecto al movimiento antivacunas, siempre existe una resistencia cada vez que se incorpora una nueva vacuna. Se le adjudican efectos secundarios que no están demostrados científicamente. Ese miedo genera rechazo y afecta el impacto poblacional que debe tener una vacuna, que es lograr altas coberturas para evitar la circulación de los virus. Cuando las tasas de vacunación superan el 90 o 95 por ciento, la enfermedad queda prácticamente dominada.

—En ese contexto, volvieron a aparecer casos de sarampión en el país. ¿Qué lectura hace?-

-Hace aproximadamente 45 días se registraron casos nuevos de sarampión en Argentina, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Es importante aclarar que la vacuna triple viral se aplica al año de vida y se refuerza cuando el niño comienza la escuela primaria. Con dos dosis, la protección es prácticamente de por vida.

El sarampión solo circula en humanos; no tiene reservorio animal ni ambiental. Por eso, cuando aparecen casos, casi siempre significa que esos niños no estaban vacunados. Si bien no hay una prevalencia significativa actualmente, cada episodio sirve para recordar la importancia de tener el esquema de vacunación al día.

—¿Y qué pasa con la tos convulsa, que también muestra un aumento de casos?

-La tos convulsa o tos ferina —también llamada “tos de perro”— es muy característica por sus accesos de tos tan intensos que pueden generar hipoxia, porque no permiten inhalar oxígeno entre episodio y episodio. Esa falta de oxígeno puede causar convulsiones.

Es una enfermedad grave, sobre todo en bebés menores de dos meses que todavía no iniciaron su esquema de vacunación. Por eso es clave la vacuna quíntuple, que incluye la protección contra la Bordetella pertussis y se aplica a los 2, 4 y 6 meses.

Es fundamental que el pediatra controle siempre los calendarios de los hermanitos y de toda la familia.

—¿A qué atribuye que el movimiento antivacunas haya cobrado fuerza después de la pandemia?

-Creo que la pandemia avivó ese fenómeno. Si bien el antivacunismo existió siempre, con el COVID creció porque la vacuna era nueva y la enfermedad también. Como no se pudieron completar las tres fases habituales de experimentación por la urgencia, surgieron conjeturas no comprobadas: que causaba trombosis, daño neurológico, etc.

Pero en realidad, muchas de esas complicaciones eran propias del virus, no de la vacuna. La microtrombosis pulmonar que producía el COVID era, justamente, lo que causaba la muerte en muchos pacientes. Científicamente no está demostrado que la vacuna haya sido tóxica. También se generaron sospechas sobre sus excipientes —como el famoso timerosal— que no corresponden, porque esos compuestos no forman parte de las vacunas actuales.

Lo cierto es que cuando la población se vacunó masivamente, la mortalidad y los casos graves desaparecieron. Ese es el mejor ejemplo de la inmunidad colectiva.

—¿Qué respuesta recibe en el consultorio de parte de padres que no quieren vacunar a sus hijos?

-A veces se generan situaciones tensas, porque quienes están convencidos de que las vacunas hacen mal son difíciles de persuadir. Uno intenta explicar, y al menos quedarse con la conciencia tranquila. Algo que les remarco es que su hijo no vacunado probablemente no se enferme, pero no por su fortaleza individual, sino porque el resto está vacunado. Se benefician del esfuerzo colectivo: si la enfermedad no circula, no habrá contagio. Pero eso ocurre gracias a los demás, no a la decisión de no vacunar.