Lo imposible

Sólo en apariencia este artículo habla de fútbol.

 Nothing, así reza el slogan.

Ése que desde hace unos cuantos años la marca de las tres tiras impuso a fuerza de millones de euros –que retornaron con creces– para promocionar a su jugador estrella con motivo del Mundial de Brasil.

“Impossible is nothing”.

Y el que portaba el estandarte era nada menos que Lionel Messi.

Desde entonces hasta hoy ha corrido bajo el puente el agua suficiente como para que Messi, y el seleccionado argentino –y Argentina con él– hayan ‘fracasado’ las veces suficientes como para dejar en claro que el slogan miente. O, al menos, promete más, mucho más de lo que puede cumplir. Incluso, y sobre todo, de lo que se puede pedir, de lo que se puede desear.

Tras la final perdida en la última Copa América disputada en los Estados Unidos, el morboso objetivo de la todas las lentes no dejó de posarse sobre un hombre arrasado: los despojos de un semidiós abatido.

Los jirones de un ser humano que ya no podía con su alma: Lionel Messi.

A los sicarios del mal, o sea a los dueños de la pelota, a los que siempre lucran con los cuerpos (jugadores) y pasiones (hinchas/fanáticos) poco les importó. Respirador artificial mediante, el mejor de todos, que además es argentino, les permitió, nos permitió, renovar la apuesta en este Mundial de Rusia que acaba de concluir con una pléyade de hijos y nietos de esclavos tomándose selfies tras la conquista de la Copa del Mundo bajo el manto francés.

Imposible fue no sólo para Messi, sino también para Cristiano y para Neymar.

El culto al héroe solitario, hecho con el barro de una voluntad omnipotente, celebrado al amparo de los anhelos más miserables, se hizo añicos. Ni Messi, ni Cristiano, ni Neymar.

(The) Impossible is real.

Bien real, concretamente real, infranqueablemente real.

Allí estuvieron los hechos, los avatares y los destinos, para poner de manifiesto que, sin importar cuánto se lo anhele, “No Todo” se puede.

No todo se puede en la vida… Es así, sin más. Y está bien que así sea. He allí el límite que impide ‘la locura’, el desquicio, la patología.

Porque esa es la única forma a partir de la cual el deseo puede tener lugar, puede seguir con vida. Pero, además, es el límite estructural, absolutamente necesario, para que una persona no termine convirtiéndose en un psicótico, no termine convirtiéndose en la versión posmoderna –contemporánea- de un ‘alienado’. Semidioses, cyberhombres, y todas las demás bestias aladas que el Discurso Capitalista postula como mandatos, de pronto se encuentran con ‘lo real/Real’. Esa frontera infranqueable. Ese lugar donde lo imposible existe.

En Rosario, el mural que evoca a Messi en su propio barrio. Foto CNN en Español.

Entre comienzos y fines del siglo pasado, Freud primero y Lacan después, nos hicieron saber que bien podríamos ir abandonando esa Ilusión de ser Amos en nuestra casa. Esa ilusión del Yo, hecha a base de voluntad, de Poder, que tan bien había formulado Nietzsche, el más brillante y desventurado de los ‘malditos’.

No es casual que el filósofo de la Voluntad de poder haya terminado alienado. La sífilis y la demencia fueron su destino. En nada invalidan su obra, digna de admiración por cierto, y en nada desmienten un hecho: el cuerpo paga los excesos de un anhelo que aspira a la desmesura.

Es ‘la desmesura’ de las aspiraciones de nuestros tiempos el camino que conduce, sin atajos, con prisa, sin pausa, con ansiedad y angustia a ‘la locura’.

Esa a la que los Amos del Mundo, que muestran una obesidad mórbida en su afán de lucro a costa de nuestros cuerpos, le han dado la forma de un slogan tan seductor para las ‘almas libres’…

“Impossible is nothing”

Y esa es la Ilusión en la que deseamos creer.