Pedro Oropeza tiene 26 años y es mozo en un bar del centro de la ciudad. El 1 de noviembre del año pasado llegó a Carlos Paz desde Venezuela, su país, luego de 11 días de travesía por vía terrestre, en colectivos y luego de atravesar Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. No viajó solo: su mujer y su hija, su hermana y su cuñado se sumaron al éxodo provocado por la crisis financiera y política de su país de origen.

Pedro es licenciado en administración de empresa; su mujer, radióloga; su hermana, licenciada en Educación Especial y su cuñado tiene como oficio la herrería. Salvo su pareja, que cuida al a niña de cinco años, todos trabajan en distintos empleos que consiguieron en la ciudad. El objetivo de Pedro es conseguir el dinero para ayudar a sus padres que quedaron en Venezuela y poder salir adelante en nuestro país.

“Trabajaba en un banco como cajero. Trabajaba de lunes a viernes de 8 a 17 horas a más tardar. Estudié Licenciatura en Administración de Empresas, me gradué en 2011. Entré a los 17 y salí a los 21 años de la Universidad”, cuenta Pedro en la casa que alquila junto a su familia en el barrio de Santa Rita.

La travesía de los 11 días

Pedro, su hermana y su cuñado trabajaron durante un año en Panamá para poder juntar el dinero que les permitiera viajar a Argentina. Reunieron una cantidad de plata que no les permitía el viaje en avión por lo que se lanzaron a la travesía de atravesar casi toda Sudamérica para llegar al sueño de Carlos Paz.

“Tardamos 11 días en llegar: Vinimos por tierra. Salimos por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivía y llegamos a Argentina. Lo hicimos así porque habíamos reunido un dinero en Panamá y volvimos a Venezuela. Nos estábamos gastando los ahorros así que nos vinimos por tierra”, cuenta.

El viaje fue largo y hubo privaciones. “En Ecuador paramos todo un día y dormimos allí. Una noche paramos en Bolivia también porque llegamos a la frontera y no había nadie. El resto dormimos todo en el colectivo”, relata Pedro.

“No comimos muy bien. Uno hace muchos sacrificios. En la situación que estamos los venezolanos hacemos muchos sacrificios hasta para comer para ahorrar plata. Veníamos con la plata contada y teníamos que pagar el alquiler aquí, sin saber si íbamos a conseguir trabajo, veníamos con una niña. Teníamos que ahorrar lo más posible. No me da pena decir que comimos galletas, cualquier cosa. A la niña sí le dimos de comer como se debía”, agrega.

Toda una travesía. El viaje desde Venezuela hasta Carlos Paz duró 11 días.

-¿Qué te llevó a decidir dejar todo, irte de tu país?

-Tenía eso en la cabeza mucho antes de hacerlo. El 9 de octubre de 2016 salí de Venezuela pero no vine a la Argentina si no que estuve un año trabajando en Panamá. Volví a Venezuela, estuve dos meses y me vine para acá. Me gustó siempre la economía y la política y desde siempre no estuve de acuerdo con el gobierno venezolano cuando era presidente Hugo Rafael Chávez. Te estoy hablando de cuando estaba en el liceo en una época en que había muchísimos chavistas, eran mayoría. Tenía muchos debates con compañeros, amigos y hasta con profesores llegué a tener encontronazos con respecto al Estado. Venezuela está muy polarizada desde hace mucho tiempo en materia política. No estaba de acuerdo con el gobierno y vi cómo se iba desgastando todo hasta que muere Chávez en marzo de 2013. A la par de todo llega la crisis económica, la delincuencia, la escasez que ya se veía en el gobierno de Chávez pero se afincó más durante el gobierno de Maduro. En Venezuela no hay comida y la poca que se encuentra la pueden comprar unos cuantos porque no hay poder adquisitivo para poder hacer frente a la canasta básica. Una familia con dos hijos no tienen la posibilidad de hacerlo con dos salarios mínimos.

-Con lo que ganabas ¿te alcanzaba para vivir?

-Yo estaba solo. Mi niña es hija de crianza. En ese momento tenía una novia a la que ayudaba económicamente por la misma situación y ayudaba a mis padres con los medicamentos. Eso fue una de las cosas que me hizo tomar la decisión de abandonar el país. Por lo poco que sé de economía yo sabía que el país se iba a derrumbar a donde está ahora y llegará a peor. Luego se enferma mi mamá y dejé esa idea de lado. Nadie me apoyó en mi familia en la idea de salir de Venezuela. La ayudaba económicamente, me cubría un poco con el banco pero no con el sueldo. Nosotros tenemos un bono y eso nos ayudaba un poco porque si hablamos del salario, eso no alcanzaba para nada. En ese entonces ganaba 12 dólares por mes. En este momento está a 1 dólar o 2 dólares el sueldo. La moneda se devalúa por hora.

La instantánea del paso por Ecuador. “No voy a mentir, no comimos bien en el viaje”, cuenta Pedro.

– Y, finalmente, decidiste salir del país…

-Cuando mi mamá mejoró llegó un momento en que dije “basta”. Con todo lo que eso representa porque dejaba un trabajo estable, mi tierra, mi familia para ir a un lugar donde no conocía a nadie como Panamá. Vendí unas cosas que tenía y tomé todos los ahorros que tenía. Me gusta mucho ahorrar y cuando comencé en el banco me empecé a empapar más con la cuestión de los dólares. Entonces la plata que tenía compré dólares.

-¿La vida en Panamá fue dura?

– En Panamá no nos quieren a los venezolanos. Hay mucho rechazo. Estuve trabajando un año en un lavadero de autos, propiedad de unos venezolanos-italianos. Buscamos juntar plata con mi hermana y mi cuñada y en un año, trabajando duro, logramos reunir un dinero entre los tres. Trabajaba desde que salía el sol hasta que oscurecía. Desde las 7.30 hasta las 23 horas con un solo día libre en la semana. Y no me puedo quejar por ese lado pero el rechazo era muy fuerte. No se consigue mucho trabajo porque está superpoblado de venezolanos. Se comprende que el hecho de que otras personas vengan a tu país y trabajen. Pero cuando Venezuela  estuvo en las buenas en la década de 1970 llegaron muchos europeos y muchos latinoamericanos. En Panamá pusieron visa para los venezolanos.

– ¿Por qué elegiste Carlos Paz?

-Llegué directo a Carlos Paz porque tenía una amigo. El logró conseguirme una casa para alquilar. Llegamos el 1 de noviembre. Entramos a la Argentina un 31 de octubre y al otro día ya estábamos en Carlos Paz. Mi esposa consiguió trabajo a los 3 días pero estuvo solo un mes porque la señora no le pagó. Le había ofrecido 12 mil pesos y le quería pagar 10 mil. Mi cuñado consiguió a la semana, mi hermana también a la semana y yo conseguí a los 12 días.  Llegamos y la nena se enfermó de gastroenteritis.

 

La vida en Carlos Paz

Pedro dice que se siente bien recibido en Argentina y que Carlos Paz es una ciudad con trabajo.

“Vinimos a probar suerte. Guerreamos un año en Panamá y aquí no tengo qué quejarme. No he visto ningún argentino que nos trate mal y, al contrario, me desean el bien y nos dan bendiciones”, relata Pedro y agrega: “En mi trabajo, la mayoría me pregunta de dónde soy por el acento. Y me preguntan cosas de mi país, si son verdad. Y cuando me pongo a hablar me dan muchas bendiciones. Hasta ahorita no tengo qué quejarme”.

La primera noche en Carlos Paz, con el lago de fondo y un sueño por cumplir.

Desde aquí, con su hermana envían dinero a sus padres en Venezuela. “Mi mamá y mi papá están enfermos:  mi mamá tiene 55 y mi padre 65. Mi hermana y yo le mandamos una cuota mensual para que puedan mantenerse porque si no, no comen y no tienen sus medicinas”, dice, con angustia.