Si roban una casa de tu barrio, es muy probable que tu cuadra se llene de patrulleros durante todo ese día. También es casi un hecho que durante dos o tres días tendrás móviles policiales dando vueltas por el barrio día y noche hasta que, de repente y sin que medie ninguna cosa rara, desaparecerán. En Argentina es muy común que las autoridades de todos los niveles institucionales reaccionen tarde a cuestiones que de antemano podrían tener solución si se utilizara sólo un poco de sentido común y se dejaran de lado los compromisos personales.

Lo sucedido este sábado en el recital del Indio Solari es una muestra más de lo antedicho pero tiene como agravante el precedente trágico de Cromañón. Como un flasback, pero real, las imágentes se repitieron y aunque el saldo fue menor al de la tragedia que provocó el encarcelamiento de los músicos de Callejeros y del empresario organizador, el fallecido Omar Chabán, se repitieron muchas razones.

El lector recordará que luego de Cromañón, los intendentes de todo el país salieron a ponerse duros con las habilitaciones de locales donde se relizaban espectáculos públicos y hubo como una fiebre de perfección en este sentido. Pero también duró poco. Es como que nos gusta transgredir las normas, olvidarlas u obviarlas hasta que todo pasa de nuevo y también se repite ese mecanismo que busca corregir todo rápido para que la gente se olvide lo más pronto posible y seguir en la rueda infinita de transgresiones que muchas veces cuestan vidas humanas.

Lo sucedido en Olavarría está aún en etapa de investigación y no hay información clara todavía. Primero se hablaba de 5 a 10 víctimas fatales y hubo medios nacionales que daban esa información como confirmada. Con el paso de las horas lo que se confirmó fue que los muertos eran dos y que todo fue un descontrol en cuanto a la ocupación del predio La Colmena, la venta de entradas por sobre la capacidad del lugar y el ingreso de gente que no contaba con el ticket fue algo normal.

Lo grave es que nuestra “normalidad” parece no tener remedio y que cada vez que nos enfrentamos a una tragedia previsible es tarde para tomar medidas.