Preparar y compartir la comida con los niños en la casa siempre deber ser un momento especial, único y por sobre todo agradable para ellos. Y una de las estrategias que siempre funciona a la hora de preparar una receta, es presentarla como si fuera comprada en un local de comidas. Un menú clásico para los niños es la hamburguesa con papas fritas, pero si se presenta al estilo de las grandes cadenas de comida rápida (por ejemplo, utilizando exactamente los mismos ingredientes), se consigue la magia de que los niños se coman todo lo que está en el plato.

El gran secreto de cocinar en casa es que en realidad se consume una auténtica comida casera, y no importa si es un sándwich, una pizza, un burrito mexicano o un cupcake, pues la comida casera es más saludable, nutritiva y natural que la comida industrial. ¿Por qué?  
Porque aunque parezca una contradicción, en la cocina actual puede concebirse la preparación de comidas rápidas en forma casera o artesanal. El concepto de “hecho en casa” o “preparado por uno mismo” también se aplica a las recetas de comida rápida. La gran ventaja de esto es que podemos tener el control de todos los nutrientes y elementos que lleva el preparado, además del proceso de cocción. Así una comida rápida se vuelve más saludable y equilibrada que su par industrializada, ya que la preparación casera permite limitar el uso de la sal (sodio), la grasa de origen animal y los azúcares (por ejemplo en los productos dulces). Y aunque su consumo en general  debe ser discreto por las características generales de la comida (poca fibra, mucha grasa), podemos igualmente disfrutar la combinación de sabores que tanto gustan al paladar de los niños, derivadas de las comidas rápidas más populares.

Los sándwiches de hamburguesas o simplemente “hamburguesas” son los referentes número uno de la comida rápida, con una popularidad innegable forjada a partir de las principales cadenas de comida rápida en el mundo. Sin embargo también esa popularidad se ha extendido a la gastronomía mundial, gourmet y sobre todo casera. Si hace apenas unos años atrás su presencia estaba prácticamente restringida a los establecimientos conocidos como “fast food” —y a alguna que otra hamburguesería autóctona donde poder degustar elaboraciones de cierta calidad—, hoy en día el universo de los filetes de carne picada ha crecido exponencialmente. Tanto ha cambiado el panorama que en la actualidad las hamburguesas preparadas con productos cárnicos no dejan de ser una opción más para la dieta diaria. Y así, cada vez resulta más habitual verlas de pescado, de todo tipo de vegetales, de cereales o de legumbres.

En cualquier caso, las carnes de vacuno y de cerdo siguen siendo las grandes protagonistas de este bocado tan universal. Los porcentajes para encontrar el equilibrio adecuado de sabor y jugosidad (70% de ternera y 30% de cerdo) son un clásico que en las carnicerías no deja de escucharse, pero hoy los tiempos son otros. Curiosamente, la hamburguesa, tan asociada a la percepción de una comida insana, ha ido evolucionando hacia la idea de un producto “liviano o light” muy demandado por los consumidores. Incluso existen versiones con bajo contenido graso, y otras veganas elaboradas con granos de soja, lentejas o garbanzos.

Por otro lado, si sometemos a un análisis nutricional a todos los componentes e ingredientes que puede llegar a incluir un sándwich completo de hamburguesa, nos sorprenderemos por lo nutritivo y equilibrado que puede resultar… claro está, preparado en casa. Así la combinación de lechuga, tomate, cebolla cruda, huevo, queso, pan son sésamo, Kétchup, mayonesa y carne vacuna magra (sin grasa), además de las papas, resulta casi en un súper alimento. Y así las opciones que surgen de cada comida rápida pueden ser interesantes para incorporarlas a la dieta diaria. La clave está en que la comida casera es de naturaleza más factible de ser saludable que la comida industrializada.
Finalmente, la sugerencia nutricional sigue siendo la misma: un consumo moderado de este tipo de preparados, tratando de que los niños también adquieran el gusto por un mayor consumo de vegetales y frutas. Y lo más importante, siempre los niños valoran el sabor de lo casero, porque implica que hemos invertido tiempo en la preparación de la comida que ellos se llevan a la boca, y eso se percibe no sólo con el paladar, sino también con el corazón.