Aún no amanece en las sierras grandes de Córdoba… Un colectivo cargado con más de 50 personas avanza cuesta abajo a la altura de Aguila Blanca.

Curva y contracurva…

Una mamá apoya en el regazo la cabeza de su niña y la acaricia pensando en su ingreso a primer grado. El guardapolvo, los útiles, los zapatos…

Curva y contracurva…

Un joven sueña con llegar a Córdoba lo más rápido posible. Tiene que besar a su novia largamente.

Curva y contracurva.

Una pareja de abuelos no ve la hora de abrazarse con sus nietos.

De repente, un sonido insoportable; un horrible despertar en el cáos de un accidente…

Para quienes no han vivido estos sucesos, creo que es difícil imaginar el horror de ese momento, la angustia, los lamentos, el rostro del ser querido extraviado de dolor y confusión, el ruido lejano de sirenas que no llegan, el tiempo que se empasta y que se estira como chicle cuando sufre un ser amado… ¿Cuándo llegan? ¿Cuánto falta?

Hago esta introducción, no solo con el objeto de poner en contexto, el enorme trabajo que llevó adelante hoy el equipo de salud del Hospital Municipal Dr. Gumersindo Sayago de la ciudad de Villa Carlos Paz, sino para abrazar también el trabajo excepcional de los miembros del equipo de salud de todos los hospitales públicos de nuestra querida Nación.

Esa mamá, esa niña, ese novio enamorado, esos abuelos, pasaron del horror de la ruta y de la noche, al amor de nuestro hospital municipal.

Ese hospital público que conocí hace más de 20 años cuando era estudiante de medicina y recorría los pasillos, lleno de temor, siguiendo al Dr. Moroni.

Ese hospital muchas veces olvidado, criticado, ninguneado y vapuleado. El mismo de las manchas de humedad en la pared y de las quejas cotidianas. El mismo de las colas y los turnos, el mismo que tantos otros en el país, el mismo.

Curva y contracurva…

Y nuestro hospital estaba ahí. Para cuarenta y dos personas que lo necesitaron más que nunca en toda su vida. Y ahí se vivió durante horas el compromiso, la paciencia, la humanidad, el cariño, el profesionalismo y el amor que brindan nuestros hospitales públicos.

Y de a poco volvió entonces la caricia, la palabra, la mirada… De a poco un familiar a la distancia se sintió más tranquilo, y respiró aliviado porque escuchó ese…ya están en el Sayago… ya están en el hospital público.

Hoy volví a vivir lo que he vivido muchas veces en mi vida profesional, y no me canso de admirar la humanidad en movimiento luchando a capa y espada por la salud y por la vida.

Valoremos, cuidemos, apoyemos a nuestros hospitales públicos… Ahí estarán si los dejamos seguir amando.

 

Emilio Iosa es médico, magister en Salud Pública. Actualmente se desempeña como coordinador de Políticas Saludables del municipio de Villa Carlos Paz. Es el titular de la Fundación Deuda Interna.