Fríos, calculadores, híbridos, indiferentes, egoístas, ermitaños. Muchos de nosotros, los carlospacenses, somos así. Nos importa mucho el qué dirán y también, conservar las formas para no alterar la visión que supuestamente los demás tienen de nosotros.

Casi que ni nos interesa el vecino, nos preocupa poco la ciudad y nos tiene sin cuidado el bienestar de la sociedad. Somos apáticos. Y perdón por generalizar.

En las últimas semanas nos horrorizamos por la situación del río San Antonio y del lago, posteamos en las redes sociales nuestro espanto y exigimos la cabeza del culpable, sin asumir que, entre una variada cantidad de factores, tenemos parte de la culpa por irresponsables y desaprensivos.

Con poca o mucha difusión, hubo al menos dos marchas pacíficas que se organizaron para exigir respuestas respecto a la contaminación de la Cuenca del San Roque. En ninguna hubo más de cien personas.

Pretendemos cambios y no sabemos quién maneja las finanzas en el municipio. Exigimos obras y ni nos interiorizamos para conocer quién la ejecuta. Somos ciudadanos, sí, pero desde el sillón de casa.

Tenemos memoria volátil y en dos años nos olvidamos que marchamos por los casos Castana y Sánchez, exigiendo justicia y seguridad. Hoy pocos saben qué pasó con esas causas y un sólo un puñado de manifestantes recordó a Andrea a 24 meses de su asesinato. Somos una sociedad careta y, como dice León Gieco, una ciudad esponja, que se chupa todo lo que pasó. Y, de nuevo, perdón por generalizar.